ALBA DE TORMES
Actualizado 26/05/2025 08:51:58
Roberto Jimenez

El cardenal Antonio María Rouco destacó la primacía del alma y la relación con Dios de la santa, interpelando sobre la fe en la sociedad actual y la relevancia de su mensaje ante la "tentación avasalladora" de olvidar a Dios.

En un mundo que a menudo parece girar a una velocidad vertiginosa, alejado de las profundidades del espíritu, la figura de Santa Teresa de Jesús emerge con una fuerza interpelante. Sus palabras, "Muero porque no muero", resuenan a través de los siglos como un eco de anhelo trascendente. Precisamente esta dimensión espiritual fue el eje central de la homilía pronunciada por el cardenal Antonio María Rouco Varela en la Basílica Iglesia de la Anunciación de Alba de Tormes, durante la solemne misa con motivo de la veneración pública del cuerpo incorrupto de la mística doctora de la Iglesia.

La presencia del cardenal Rouco Varela, figura prominente de la Iglesia española, subrayó la continua relevancia del mensaje de Santa Teresa. En su alocución, el cardenal se sumergió en la esencia de una santa que, como él mismo destacó, priorizó el alma y la relación con Dios por encima de la veneración del cuerpo, una postura que contrasta con ciertas corrientes contemporáneas.

La fascinación perenne por Santa Teresa

El cardenal Rouco Varela inició su reflexión evocando la poesía de la santa, como el célebre "Nada te turbe, nada te espante", para ilustrar su profunda convicción en la providencia divina. Recordó cómo Santa Teresa "le interesaba muchísimo el alma, le interesaba muchísimo Dios". Esta fascinación no fue exclusiva de su tiempo; el cardenal trajo a colación la profunda admiración que dos pontífices recientes profesaron por la santa de Ávila. Citó a San Juan Pablo II, quien durante su visita a España en 1982, afirmó en Ávila que "de las mujeres santas, como la iglesia, la que más amó a Cristo fue Teresa de Jesús". Rouco Varela apostilló con una anécdota reveladora: "Al papa no le gustaba que le dijesen Teresa de Ávila, con perdón de los de Ávila, siempre decía Teresa de Jesús".

Asimismo, compartió el testimonio de Monseñor Georg Gänswein, secretario particular de Benedicto XVI, quien ante la pregunta sobre la santa preferida del papa emérito, respondió sin dudar: "Sí, ninguna de otras, Santa Teresa de Jesús". Esta devoción papal plantea una pregunta fundamental que el cardenal no eludió: "¿Cuál era su personalidad? ¿Cómo fascinó ella tanta, bueno, primero a sus primeras monjas, a también a los padres, a San Juan de la Cruz, pero luego a toda la iglesia a lo largo de tantos siglos? ¿Cuál es la explicación?" La respuesta, sugirió, no reside en una explicación "puramente humana" o "literalmente corpórea", sino en su profunda conexión con el alma y con Dios, en una "visión de la vida desde el punto de vista de Dios, vista desde Dios".

El desafío de la fe en la modernidad

El cardenal Rouco Varela abordó con crudeza la "paradoja" del ser humano que, desde el inicio, ha lidiado con la tentación de considerarse autosuficiente, de pensar que "no necesitaba a Dios". Una tentación que, según sus palabras, "ha acompañado al hombre hasta hoy mismo" y que en la "sepultura de nuestro tiempo esa tentación es avasalladora, avasalladora". Con tono grave, señaló lo "dramático" de que este "olvido o negación de Dios esté más presente en los países donde oyeron el evangelio". Hizo referencia a San Agustín y la floreciente cristiandad en el norte de África, de la que "hace siglos que no queda nada", como una advertencia histórica.

Ante este panorama, la figura de Santa Teresa se erige como un faro. "Vale la pena volver los ojos a Dios", exhortó el cardenal. "Vale la pena fijarse en la vida de una mujer que fue toda para él, y no solo para él abstracto, sino en concreto". Destacó la centralidad de Cristo en la espiritualidad teresiana, refutando cualquier idea de que prescindiera de Él en su relación con Dios. Recordó la "expresión bellísima" usada por la santa: "La Santísima humanidad del Salvador", subrayando que "no se puede ir al padre sin el hijo, un hijo hecho carne, hecho creación, hecho carne y tierra, hecho sangre y vida".

Una interpelación personal y universal

La homilía del cardenal Rouco Varela no se quedó en la mera exaltación histórica, sino que lanzó preguntas directas y punzantes al hombre contemporáneo: "¿Tú crees en Dios? ¿Crees que Dios se hizo hombre? ¿Crees que Dios se resucitó? El hijo de Dios resucitó para salvarlos, ¿sí o no? ¿Y esto qué importa?" Cuestionó si esta fe es un asunto meramente privado o si tiene implicaciones para la totalidad de la vida, desde la esfera personal hasta la comunitaria, incluyendo ámbitos como el matrimonio o la política. Recordó que "todas las ideologías políticas de ese templo tenían como base la negación radical de Dios, el combate contra Dios".

El cardenal enfatizó que la fe no es un compartimento estanco, sino que debe permear todos los aspectos de la existencia. "Mirar a Santa Teresa", propuso, es descubrir "su cuerpo, un cuerpo que fue el modo y la forma de expresar su amor a Dios, porque querer en Dios termina, si lo crees, lo conoces, terminas amándole". La fe, por tanto, conduce al amor, un amor encarnado y visible.

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