OPINIóN
Actualizado 16/05/2025 07:54:18
Manuel Rodríguez Fraile

Julian Assange, programador, periodista y activista de origen australiano, fundador de WikiLeaks[1] fue perseguido por la justicia estadounidense por publicar datos que no gustaron a ciertos sectores y personajes estadounidenses, y afirmaba que “El tribunal ha declarado que en internet no cabe la expectativa de privacidad cuando tú voluntariamente revelas información a terceros, y, dicho sea de paso, en internet todo el mundo es un tercero.”

La Real Academia de la Lengua define “intimidad”[2] como el ámbito más reservado de una persona, esa parte de la vida que no ha de ser observada desde el exterior porque afecta sólo a la propia persona. Aunque no es exactamente lo mismo que “privacidad” para lo que quiero tratar se pueden considerar como sinónimos ya que, si lo íntimo sólo afecta a una persona, lo privado puede concernir a un reducido grupo: la pareja, la familia o los amigos.

La protección de la intimidad, al ser considerado un derecho fundamental, está recogido por la Constitución Española junto al derecho al honor y a la propia imagen en su artículo 18[3] y prácticamente figura como tal en la totalidad de los ordenamientos nacionales e internacionales.

Pero hoy la intimidad se vende (o se devela impunemente), porque estamos en una sociedad capitalista y de consumo, y claro, es necesario consumir intimidad como cualquier otra mercancía para sostener el sistema. Este consumo, cada día mayor produce, importantes beneficios que pueden ser económismo o políticos, que beneficiar (o destruir) a particulares o a grupos de interés. Y es que como dejó escrito el portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998, “Estamos llegando al fin de una civilización, sin tiempo para reflexionar, en la que se ha impuesto una especie de impudor que nos ha llegado a convencer de que la privacidad no existe.” Estamos en tiempos voyerismo[4] y morbo desmedido, nos encanta mirar y escuchar lo que otros hacen o dicen.

Aristóteles nos advertía que el hombre (y la mujer) es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Esta advertencia cobran hoy una especial relevancia ya que cualquier frase o imagen que coloquemos en Facebook, Google o cualquiera de las redes sociales de las que formamos parte, se la entregamos voluntariamente a un tercero, como dice Julian Assange, y este “tercero” puede prácticamente hacer con ella lo que quiera, además queda en la memoria electrónica eternamente. ¡Maldita hemeroteca!

El filósofo, teólogo católico y ensayista surcoreano Byung-Chul Han escribe “Google y las redes sociales, que se presentan como espacios de libertad, se han convertido en un gran panóptico, donde el vigilante puede observar ocultamente a todos los prisioneros. La vigilancia no se realiza como ataque a la libertad. Más bien, cada uno se entrega voluntariamente, desnudándose y exponiéndose, a la mirada panóptica. El morador de la era digital es víctima y actor a la vez”.

En las reden sociales exponemos nuestra intimidad y con demasiada frecuencia hacemos gala de narcisismo. Nos exhibimos como mercancía y siempre hay alguien dispuesto a comprar si algún “amigo” tiene interés en vender.

Nos venden la idea de que este nuevo modelo de relación nos hace más libres, cuando en realidad estamos más controlados y dominados. Nos lo venden como algo que nos permite estar conectados, cuando la realidad es que estamos más solos que nunca. Nos lo vende como algo seguro, cuando nunca hemos sido más vulnerables. Y es que la tesis de Descartes de “Pienso, luego existo” se ha transformado en “Estoy en las redes, luego existo”.

Pero, como se dice ahora, esto es lo que hay.


[1] Un sitio web diseñado para que grupos de usuarios puedan crear páginas sencillas y vincularlas entre sí para capturar y compartir ideas rápidamente
[2] Este término proviene del latín "intus", que significa "dentro"
[3] https://www.conceptosjuridicos.com/constitucion-articulo-18/
[4] Voyeur deriva de la palabra francesa: voyeur participio del verbo voir (ver) con el sufijo de agente -eur, y significa «el que ve.
[5] Panóptico es un edificio: Construido de modo que toda su parte interior se pueda ver desde un solo punto

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