Los días inminentes. Eloy Sánchez Rosillo.
Yo, que nunca he pensado en el mañana,
que no sentí jamás preocupación ninguna
por lo que habría de venir,
me veo ahora meditando a veces
-con inquietud que alcanza
hasta el desasosiego- en el futuro.
Y no me acucia la entelequia absurda
del porvenir remoto,
sino los días que ya llegan,
los que están casi a punto
de llamar a mi puerta con impaciente aldaba.
Observo atentamente
el semblante que muestran cuando aparecen. Busco
indicios en sus gestos que me digan
cómo habrán de tratarme, qué me traen. Todo pende
de un hilo en el precario
lugar de mi vivir en el que estoy.
Y un día, cualquier día,
puede ser un día más, razonable, pacífico,
y puede ser también
un golpe inopinado que nos lance de súbito
a la intemperie hostil de lo desconocido
o al gran silencio de lo irremediable.
Mueve el viento con fuerza
las frondas del presente. Y una sombra enigmática
sin pausa nos disputa
las migajas de luz que deja el tiempo
en nuestras pobres manos.