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ALBA DE TORMES
Actualizado 14/05/2025 17:42:35
Roberto Jimenez

En Alba de Tormes, el arzobispo de Valladolid reflexionó sobre la vocación personal y la respuesta a Dios inspirada en la santa reformadora.

La Basílica de la Anunciación en Alba de Tormes se convirtió en un epicentro de profunda reflexión espiritual con motivo de la veneración del cuerpo de Santa Teresa de Jesús. En este solemne marco, Monseñor Luis Argüello, Arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, ofreció una homilía que trascendió el mero acto devocional, adentrándose en las complejidades de la fe, la vocación y el significado último de la existencia humana a través del prisma teresiano. Su discurso tejió un tapiz entre la historia reformadora de Santa Teresa, la perenne llamada de Dios y la esperanza cristiana en la transfiguración final del ser.

Contexto de Reforma y Misión en el Siglo de Oro

Monseñor Argüello inició su intervención evocando el espíritu del siglo XVI, una era de efervescencia para la Iglesia en España. "El Carmelo reformado, el Carmelo descalzo, quiere vivir de una manera intensa una comunión con la misión de la iglesia, con la vida apostólica de la iglesia, sosteniendo desde el Carmelo, desde la oración incesante, la labor, la tarea de los misioneros", señaló, subrayando la visión de Santa Teresa. Esta época no solo fue testigo de la "gesta evangelizadora inédita" de América, sino también de un profundo "desafío de reforma" interno.

Este impulso renovador abarcó la "reforma del clero", impulsada por el Concilio de Trento y la creación de seminarios, la revitalización de las órdenes religiosas, siguiendo el camino iniciado por la Reina Isabel y el Cardenal Cisneros, y una renovación de la piedad popular a través de cofradías y asociaciones. Para Argüello, todo ello representó "una acción del espíritu santo para disponer a la iglesia para lo que era un tiempo nuevo, el tiempo moderno, el tiempo del sujeto de la libertad, de la conciencia".

La Llamada de los "Elegidos" y la Vocación Teresiana

Un tema central en la homilía fue la noción de ser "elegidos". Coincidiendo con la fiesta del apóstol San Matías, escogido para restaurar el colegio apostólico, y en un tiempo en que la Iglesia ha acogido a un nuevo sucesor de Pedro, Argüello enfatizó: "La fiesta del apóstol Matías nos hace que apuntemos en el corazón esta palabra, elegidos, los elegidos. Que somos nosotros, hermanos, hermanas". Esta elección divina, personal e intransferible, llama a cada uno a formar parte del pueblo de Dios y a una vocación singular. En este sentido, Santa Teresa es un ejemplo paradigmático. "Así llamó a Teresa de Jesús. La llamó y la complicó la vida, la hizo pasar por diversas peripecias en su existencia para descubrir esta vocación de contemplación apostólica", explicó el prelado, destacando cómo esta vocación estaba destinada a iluminar esa "nueva fase, ese nuevo tiempo en la vida de la historia y de la iglesia".

El Cuerpo Venerado y el "Elogio Teresiano"

La veneración de los restos mortales de Santa Teresa sirvió a Monseñor Argüello para desarrollar una profunda teología del cuerpo. "Porque, amigos, nos convoca este hecho extraordinario, de que Teresa de Jesús, que la iglesia dice que está en el cielo porque está canonizada, nosotros contemplamos sus restos. Restos de su cuerpo, realidad de su cuerpo", afirmó. Esta contemplación, lejos de ser una mera curiosidad, nos recuerda la promesa fundamental de la fe: "esperamos la resurrección de la carne y la vida del mundo futuro". Argüello destacó que "en toda la vida de Teresa de Jesús hay un elogio del cuerpo". La santa no solo valoraba su propia corporalidad, sino que dirigía la mirada hacia el cuerpo de Cristo: "Solo os pido que le miréis, que miréis su cuerpo bien llagado". Esta perspectiva teresiana, que une "la verticalidad y la horizontalidad, la relación con dios y la relación con las hermanas", encuentra su expresión en la célebre frase que armoniza "los pucheros y el coro", lo cotidiano y lo trascendente.

El "Cuerpo Esponsal": Vocación a la Entrega

Profundizando en esta valoración del cuerpo, el Arzobispo de Valladolid introdujo el concepto del "cuerpo esponsal". "Somos cuerpo. Somos cuerpo y un cuerpo esponsal. Un cuerpo creado por dios a su imagen y semejanza... pensado para la entrega, para la relación, para la fecundidad", explicó.

Esta dimensión esponsal del cuerpo se realiza en la entrega amorosa, un camino que, para alcanzar la unión con Jesús, el Esposo –presente en la Eucaristía con sus palabras "mi cuerpo por vosotros"–, implica "el ejercicio esponsal de la entrega de la vida a los demás". Esta entrega se manifiesta de diversas formas según la vocación. Aquellos llamados al "amor célibe" viven esta esponsalidad en su consagración. Quienes son llamados al matrimonio, "hombres y mujeres, en el que vuestro cuerpo esponsal adquiere un significado tan concreto, tan carnal, tan visible", lo viven como "signo del amor que Jesucristo esposo tiene a su esposa a la iglesia y como colaboradores del dios creador en la transmisión de la vida".

El bautismo nos reviste con una nueva dignidad, y algunos, como los religiosos con el "hábito del Carmelo" o los ministros ordenados, reciben un signo visible de su consagración. Pero Argüello extendió esta idea a todos los fieles: "También los laicos, hermanos, recibís el hábito de vuestros vestidos de trabajo, de vida familiar... Todos para entregar la vida esponsamente, todos para inaugurar un amor nuevo".

Entre la Desfiguración Terrenal y la Transfiguración Gloriosa

No obstante la dignidad del cuerpo, la experiencia humana está marcada por la fragilidad. "Este cuerpo bendito, este cuerpo glorioso se desfigura", reconoció Monseñor Argüello, a causa del pecado, el sufrimiento y la muerte. Sin embargo, esta realidad coexiste con "una singular experiencia de transfiguración". Esta transformación comienza en el interior, a través de "la transfiguración de la conversión, la transfiguración de irnos santificando, incluso con la desfiguración de nuestro propio cuerpo".

Santa Teresa misma experimentó cimas de esta transfiguración mística, como la "transverberación de su corazón, el toque por el fuego vivo del amor de dios". A pesar de estas gracias interiores, su cuerpo no fue ajeno a "la realidad de las enfermedades y la propia muerte". Pero esta desfiguración no tiene la última palabra. La fe cristiana proclama una esperanza cierta: "esperamos nuestra transfiguración definitiva, en el que un cuerpo frágil, carnal, mortal, desfigurado Adquirirá plenamente su figura. Experimentará plenamente su belleza al contemplar la belleza del rostro de Cristo".

Peregrinos de Esperanza Hacia la Plenitud

La homilía concluyó con una vibrante exhortación a vivir en esta esperanza activa. "Que los acontecimientos de estos días, que la contemplación del rostro de Teresa de Jesús desfigurado y permanente nos haga anhelar la transfiguración", instó el presidente de la CEE. Invitó a los presentes a emprender un "camino de vida interior" que permita experimentar progresivamente esa transformación del corazón. Somos "peregrinos de esperanza", anhelando "llegar al desposorio pleno y definitivo con el señor Jesús, con el esposo, a llegar a la Jerusalén celeste engalanados como una novia que se dispone para el encuentro con su esposo".

En esta espera activa, la Iglesia y el creyente claman: "Ven, Maranatha". Y la respuesta del Señor resuena como una promesa firme: "Sí, vengo pronto. Amén". Un mensaje de consuelo y aliento que resonó con especial fuerza ante la presencia tangible de quien vivió y enseñó con ardor esta esperanza transformadora.

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