Una vez más se pita el himno de España. Desgraciadamente, hay muchos españoles que prefieren no serlo. Su número se acrecienta por culpa del aldeanismo creado y alentado por las autonomías. La solución es fácil: himno pitado, partido anulado, y de momento, sancionar al Barcelona por los insultos y los pitos al himno. Y se acabó el cachondeo.
Se avisa antes al comprar la entrada. Si se pita el himno, se para el partido. Al rato se avisa por los altavoces, va a volver a sonar el himno y, si se vuelve a pitar, se para, se desaloja el estadio sin derecho a devolución del importe de la entrada y a continuación se celebra el partido sin público.
Son tan palurdos que ni saben ganar, ni saben perder. Mezclar la política (la política de las vísceras, no la política del razonamiento) con el deporte es no tener ni la más mínima idea de la realidad. Hoy se gana y mañana se pierde, pero el saber estar, el respeto y la educación hay que mantenerlos tanto en las victorias como en las derrotas, en casa como fuera.
No hace falta hacer una ingeniería para dar una patada a un balón ni hacer que la pelota entre al fondo de una portería que te legitime para insultar a 40 millones de personas. Los restantes 7 son apoyos al sanchismo. Hay que ser idiota para decir y hacer lo que hicieron estos niñatos insultando a España. En realidad, se insultaron ellos solos.
El fútbol es deporte, no es política y el Barcelona es el equipo más politizado que existe en el fútbol y que lleva al deporte su animadversión a España y todo lo que huela a español. Que se jalean entre ellos, se regocijen en la merdé.
Son catalanes, por lo cual les propongo que jamás jueguen con la selección española, y sí creen una copa en recuerdo al sanguinario presidente Lluís Companys que ordenó la muerte de más de 8.129 catalanes, porque sus opiniones políticas y religiosas no coincidían con las del fundador de ERC y presidente 4 años de la Generalitat.