OPINIóN
Actualizado 06/05/2025 07:58:31
Francisco Delgado

Haber tenido la experiencia de seguir por los informativos de TVE las ceremonias del proceso de funeral y entierro del Papa Francisco, durante toda la semana del 23 al 30 del pasado mes, ha sido una vivencia sorprendente en grado sumo; la sorpresa tiene que ver con la contradicción de que el Papa Francisco no ha sido precisamente uno de los Papas que más presente ha estado en los medios televisivos, ni en las conversaciones del ciudadano ( al menos español) medio, ( en todo caso, más para criticar sus puntos de vista doctrinales, que para alabarles) y sin embargo su féretro, su despedida, ha convocado a “medio mundo”: muchos cientos de miles de personas han acudido a darle un adiós emocionado.

La significativa diferencia de convocatoria entre el Papa Francisco en vida y el Papa Francisco fallecido, no se puede explicar por el azar, sino por motivos manifiestos o latentes. La teoría psicoanalítica, con su punto de vista tan distinto al de las ciencias positivas o experimentales, da una explicación del fenómeno de este duelo masivo de fieles despidiendo a su líder religioso, muy clara: sabiendo la importancia que ha tenido la figura del padre en el desarrollo cultural y psicológico de los individuos, durante siglos, el fallecimiento de este Papa, en el actual contexto social y religioso, produce un plus de intensidad emocional. Estamos viviendo desde las últimas décadas la transformación de una sociedad patriarcal en una sociedad igualitaria en cuanto a los roles familiares de madre y padre.

Esta transformación histórica se está viviendo por amplios sectores de la sociedad como la desaparición del padre como símbolo de transmisión de las leyes que han organizado hasta ahora nuestra sociedad. Mes a mes, año tras año, el ciudadano siente que no hay a la cabeza de su país, de su ciudad, de su región, de las distintas instituciones a las que pertenece o teóricamente le protegen, una figura clara que represente la autoridad. Al contrario, sobre todo en el campo de la política, las “batallas” por la conquista del poder son agresiones continuas al líder que pudiera representar esa figura paterna (o materna). La consigna mayoritaria no explícita, pero que se percibe con intensidad es que ha pasado ya la existencia de la figura del padre ( de la autoridad). Y en consecuencia el ciudadano se siente huérfano, confuso ante las leyes, ante los límites, perdido entre sus deseos y sus temores de estar desprotegido.

La figura de este Papa Francisco en el ataúd mortuorio, en las ceremonias de despedida de este mes de abril, ha intensificado la sensación de orfandad general, la ausencia de un líder bueno y fuerte que señale con claridad el camino colectivo que hay que seguir.

Sin este orden necesario que organiza una sociedad, la regresión a etapas anteriores de civilización se impone, como única alternativa.

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