OPINIóN
Actualizado 29/04/2025 10:08:03
Ángel González Quesada

En 1889, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional declaró el 1 de mayo como Día Internacional de los Trabajadores, para honrar la lucha por la jornada de ocho horas y, al mismo tiempo, recordar a los mártires de Chicago, ocho trabajadores de entre las decenas de heridos, detenidos y torturados en los sucesos que tuvieron lugar en esa ciudad estadounidense el 4 de mayo de 1886, la llamada ‘Revuelta de Haymarket’, después de varias protestas pacíficas y manifestaciones, principalmente de trabajadores inmigrantes europeos, cinco de los cuales fueron ahorcados y tres condenados a prisión.

Desde entonces, el 1 de mayo viene celebrándose en todo el mundo como homenaje de los trabajadores a sus luchas reivindicativas y a su dignidad, aunque los sesgos que el desarrollo social (y los derechos laborales) condicionados por el capitalismo han desvirtuado en gran medida la fuerza que un día, y todavía en algunos países, tiene el significado, y sobre todo el sentido, del 1 de mayo.

En este tiempo adverso para la reflexión y tóxico para la inteligencia, en que la política en general, salvando escasísimas excepciones, está siendo ejercida, manoseada y utilizada por la indignidad de las plusvalías capitalistas y sus esbirros, adquiere mucho más sentido la celebración reivindicativa del primer día de mayo, sobre todo como expresión de defensa de la dignidad del trabajo y de los trabajadores, ambos cada día más amenazados por el utilitarismo rentista de una derecha política enfocada, tanto en su intención como en la expresión de su forma, a reestablecer un clasismo tanto económico como racial, religioso e ideológico.

Parece ya tópico recordar el escalofriante ‘1984’ de Orwell o las repetidas advertencias que la Ciencia, la Literatura y el Pensamiento han ido haciendo a través de obras como las de Huxley, Rawls o Dawkins, pero sería preciso no solo releerlas sino comprender que sus prevenciones, sus recelos y sus avisos, tanto en lo referido a la aniquilación de derechos e igualdad, cuanto al agotamiento de las condiciones naturales de la vida, el cambio climático, son ya parte de nuestra cotidianidad, y que la defensa de la dignidad, de la igualdad y de la justicia, en todos los órdenes y todas las latitudes de la vida y de la existencia, son irrenunciable tarea de cuantos se sepan, y se quieran, fuera de la sumisión, el rebaño y el sometimiento.

La debilidad de las organizaciones sindicales en España, convertidas desde hace lustros en aplicadas gestorías carentes de cualquier ánimo de lucha, y trufadas en su organización de burócratas desconocedores, cuando no enemigos, de la verdadera acción sindical, de la lucha reivindicativa y de la fuerza de la unión solidaria, verdaderos basamentos del sindicalismo, hace que las manifestaciones ‘oficiales’ del 1 de mayo se hayan convertido en este país en gritonas romerías de inexistente objetivo, cuyas consignas, pancartas y exigencias, antaño de rabia y por la libertad, ayer de respeto y por cada derecho, son consensuadas en los pulcros despachos de la tan verborreica como presuntuosa inacción.

Las manifestaciones del reciente 1 de mayo, este año ‘dirigidas’ a la crítica a la administración Trump y sus decisiones económicas, han supuesto, de nuevo, una utilización (utilización) de los trabajadores en la defensa de los intereses de un capitalismo en sus horas bajas. La desvinculación de la idea de beneficio empresarial con la existencia de derechos laborales; la forzada, y ya antigua, dependencia del empleo con el reparto de obscenas ganancias privadas; la negativa a los trabajadores de la posibilidad de autogestión cooperativa; el rechazo a la nacionalización de fuentes productivas de beneficio; la imposibilidad de la organización laboral autónoma y de acceso de los trabajadores a los medios de producción, de organización y de gestión para poder estructurar y disponer su propio trabajo, resultados y consecuente beneficio (sí, un rosario de marxismo puro, lo sé, tan necesario hoy), en este tiempo de zarpa y amenaza, de ruindad, de afrenta y de desprecio, son objetivos, luchas y metas que quienes creen en el 1 de mayo debieran hacer suyas.

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