Es más difícil escribir con certeza que opinar con vaguedades, quizás esto sea menos responsable y por eso se maquina con bulos y teorías insólitas. Hace tiempo que edité un libro titulado “La opinática”. Y me di un gustazo personal para centrar este asunto. A mí personalmente me llena mucho compartir con otros mis propios pensamientos, a sabiendas de que no todos podemos estar de acuerdo.
“El fútbol es el circo de nuestros días, pero también el teatro. Ha de ser emoción, temor y temblor, desolación o euforia… El fútbol es una convención, como todo lo que se contempla… creer que todo es posible, el desastre y la hazaña, el vuelco, la sorpresa infinita, y que el desastre es desastre y la hazaña cuando se dan, que el mundo se acaba en cada partido, aunque sepamos que hay otro al cabo de siete días”, decía el escritor Javier Marías en su libro “Salvajes y sentimentales”.
Eduardo Galeano “cree que el fútbol es una ciencia y la cancha un laboratorio, pero los dirigentes y la hinchada no sólo le exigen la genialidad de Einstein y la sutileza de Freud, sino también la capacidad milagrosa de la Virgen de Lourdes y el aguante de Gandhi”. Hagan memoria de cualquier partido de la Liga española, el entrenador acaba de hacer un cambio táctico quitando a Fulano y poniendo a Mengano. Si el equipo reaccionó, la pregunta inmediata “causa-efecto” es, ¿Por qué Mengano no salió desde el principio? Una opinión que solo tiene la visión del suceso deportivo inmediato, pero de nada sirve cualquier otra consideración porque no se respeta para nada al entrenador titular cuando hizo la alineación. Una vez más se cumple una ley no escrita del fútbol: “El equivocado siempre será el míster…”
La escritora Cristina Peri nos dijo: “Para golpear una pelota, el hombre primitivo sólo tuvo que intentar la rueda, el círculo, o sea, la imaginación… Pero estoy segura de que antes de golpear una pelota de goma o de cuero, nuestros antepasados pateaban las cáscaras de nuez, las naranjas caídas, los pomelos y las bellotas. No gritaban “gol”, pero era algo muy parecido”.
Todos creemos tener buenas, las mejores, ideas sobre el fútbol; lo que pasa es que no sabemos expresarlas como en “La intimidad del fútbol”. Eduardo Sacheri nos elevó casi a lo místico en “Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol”: “Querido Dios: A veces me da por pensar cómo será el Paraíso. Ya sé, Dios, ya sé que no va cualquiera, ya lo sé. Pero pongamos que uno se ha portado más bien que mal. Y que finalmente la cosa tiene premio… que haya una cancha. Una cancha posta, ¿sabés? Con el pastito bien verde y parejito. Capaz que ahí nadie juega… Aunque no haya con quien juntarse a patear, a mi no me importa. Pero que la cancha esté. Y que haya un balón claro. Porque si voy al Cielo quiero hacer lo que más me gusta en la vida. Y otra cosa: que en la cancha llueva, porque con lluvia es más lindo… ¿Te imaginás?... el olor a pasto mojado. La bola cortita y al pie. ¿Qué más se te puede pedir, decime? ”
Y entre relatos poéticos, nunca desaparecerán los opiniones ventajistas que consiste en localizar al “cabeza de turco” de los fracasos, o sea, el entrenador…