La Semana Santa católica, celebrada por los cristianos hace pocos días, ha sido una de las constataciones (buscada) de que un objeto (la imposición de rituales callejeros religiosos) implica la percepción (falsa) de que la totalidad de la población española es devota de esos rituales y que a todos importa y/o afecta del mismo modo (lo que no es en absoluto cierto), y esa falsa asociación provoca, casi siempre por dejadez y normalmente por imitación, que los espacios informativos de prensa, radio, televisión o digitales, “ofrezcan” una exhaustiva y abusiva (y por momentos insufrible) información de ritos, procesiones y celebraciones clericales que cubren, tapan, obstaculizan y a la postre niegan el nombre mismo de “informativo” de los espacios periodísticos. Ello es especialmente sangrante, y legalmente inadmisible, en radios y televisiones públicas que siguen cayendo, y lo han mostrado de forma extremada en las celebraciones religiosas de este mismo mes, en la lagotería lingüística y de contenidos, asociada al empachoso hartazgo de las repetidas imágenes de los ceremoniales cristianos y sus devotos.
El fallecimiento de Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, ha venido a extender, alargar y dilatar esa falsa, pueril aunque muy efectiva asociación de ideas, utilizando, sirviéndose de la muerte del jefe de la Iglesia Católica para volver a esparcir la falsa idea de que todos los habitantes del planeta, católicos o no, se interesan apasionadamente por los rituales del entierro, de la sucesión o de los movimientos en el Vaticano, volviendo a caer, esta vez de modo más servil y al parecer auto subyugado, en el exceso, la exageración y la demasía en los análisis, comentarios, estudios o repeticiones que de nuevo los medios informativos públicos han impuesto a toda la población.
(En el terreno de la Psicología, y aun de la Filosofía, la asociación de ideas es una realidad que, a partir de un concepto (una idea), genera por esa asociación otras que provocan una visión de la realidad dependiente, consciente o inconscientemente, de la primera. Hume, en sus enunciados causa-efecto, afirmaba que tras la observación de la existencia de contigüidad espacial de dos hechos u objetos, de su sucesión en el tiempo y de la reiterada experiencia de relaciones entre ambos, se crea en nuestra mente la predisposición a evocar la idea del segundo (efecto) si está presente la idea del primero (causa). Freud y otros grandes psiquiatras advierten repetidamente que las asociaciones mentales repetidas y, sobre todo, inconscientes o impuestas, son caldo de cultivo no solo para manipulaciones sensoriales sino para réditos y plusvalías de todo tipo).
Tanto los sentimientos religiosos, respetables en cuanto a la vivencia personal de cada creyente, cuanto la apreciación social por el cura Bergoglio, admirable desde muchos puntos de vista más allá de su cargo y de su oficio, no pueden, nunca pueden ser un embozo, y muchos menos un rebozo, que cubra por completo, informativamente y en su difusión, la realidad y la noticia de la realidad. Que, además, se utilice esa falsa asociación de religiosidad y realidad, de funeral y parafernalia, para los magros negocios hosteleros, turísticos y, sobre todo, ideológicos, ninguneando a los no creyentes y traicionando de todo punto la igualdad en sus aspectos más burdos (todos) o más sutiles (cada uno), es una lacra insultante que este país debería solucionar antes de que las afirmaciones de su imposición lleguen a enmudecer y cualquier día a condenar su negación.