OPINIóN
Actualizado 26/04/2025 08:53:01
José Fermín Rozas

Se le observa a nuestro eficaz Ayuntamiento Popular ciertos problemas de presteza al recoger elementos utilizados en la vía pública excepcionalmente. En Navidad tardó unos días en retirar las luces, y en Semana Santa parece ocurrir algo parecido. Ciertamente no suele ser preocupante, afortunadamente hablamos de días, pero a veces se provocan algunas molestias innecesarias. Me refiero a la foto inicial, también viva imagen de cómo se gestiona el espacio público. Peatonalizar a diestro y siniestro no contagia la necesidad de ser cuidadosos fuera de esas calles y plazas.

Recordando una vez más datos del Plan de Movilidad, y de paso insistiendo en su ineludible actualización, más del 60% de los viajes en la urbe salmantina se realizan caminando. Es innegable el gran esfuerzo de los últimos tiempos por extender de forma notable el espacio “exclusivo” para el medio indudablemente sostenible de desplazarse. Pero no impide se mantenga una notable descompensación en cuanto a la distribución del espacio entre modos de transporte fuera de ahí. No es tan difícil encontrar aceras irrespetuosas con la normativa de accesibilidad.

En el caso que nos ocupa, al dejar de usar las vallas no encontraron dónde depositarlas “temporalmente” (una semana al menos) salvo cortando el paso por la acera unos días. Tras estos movieron, ¿ciudadanía afectada?, la mitad unos centímetros para facilitar un mínimo paso. Por supuesto en su momento no se les pasó por la imaginación depositarlas en otro sitio. Como la amplia calzada, incurriendo claro en grave sacrilegio en plena cruzada municipal pro aparcamiento. Suele ser habitual la tardanza en desparecer elementos provisionales, vallas o rampas.

Claro que este no es el único caso de privilegiados con intocable espacio otorgado por alguna divinidad incuestionable. Hace años, décadas quizás, los provisionalísimos puestos del Día del Libro se solían colocar junto a los soportales de la Plaza Mayor, pero por fuera. Sólo los días amenazantes de lluvia se instalaban donde ahora ha tornado en obligatorio, dada su estrechez. Discutir ese espacio a una actividad económica tan vital para nuestros munícipes es poco menos que pecado mortal, y ni siquiera pueden con ello los libros ni el inmortal Cervantes un misero día.

En realidad, tampoco se logra algo frente a ese elemento esencial del paisaje urbano cuando hay indudables posibilidades de repartir mejor el espacio. Hace tiempo me llama la atención la terraza de la imagen. Continuar por la Calle de Correhuela hasta la Gran Vía te obliga a circular por la calzada o la rodeas por el interior de la amplia acera. Esa posibilidad de dejar un paso, aunque sea estrecho, dando continuidad lineal supone un esfuerzo que se ahorran con frecuencia habitual. No entiendo en qué afecta a su negocio sea corregido por el servicio municipal correspondiente.

Aquí, un día, hubo proyectos de árboles.

Ahora estamos de repoblación forestal en el barrio del Oeste, tras eliminar lo existente con evidente despilfarro de recursos y medios públicos. Nuestro ínclito Ayuntamiento lo recuerda en cuanto puede, tal vez para hacerse perdonar el arboricidio precedente. El interés por la ciudad verde y sostenible empieza por conservar lo existente ya maduro, y emplear los nuevos donde no hay. Un lugar de poca fortuna es la Vía Helmántica con importante tráfico, donde nunca se consideró plantarlos a pesar de su valor combatiendo la contaminación. Las raras excepciones en las cuales un día hubo algunos escuálidos árboles, hace años no tienen recuerdo de ellos.

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