La vida sigue igual, sí, pero para ti ha cambiado para siempre
Uno nunca termina de estar preparado del todo para la mayor aventura de su vida. Cuando llega el momento, una mezcla de humildad y responsabilidad se apodera de ti. Humildad al darte cuenta de todos los temas banales y circunstanciales que te habían robado hasta entonces. ¡Cuánto tiempo desperdiciado! Responsabilidad ante una verdad inapelable: eres una de las personas más importantes de su vida y te necesita ahora más que nunca.
Como muchos otros niños, Lucía nació este lunes en el hospital universitario de Salamanca.
Mientras el papa Francisco fallecía, la pequeña buscaba su camino fuera del vientre de su madre.
Ya lo dijo Julio: "Unos que nacen, otros morirán. La vida sigue igual".
Pero en ese instante, la vida no sigue igual para ti. Algo se rompe y se recompone dentro de uno. El mundo cambia de colores, los sonidos se hacen distintos, incluso el aire parece tener otro peso. Lucía ha llegado, y con ella una nueva manera de estar en el mundo. Ya no se trata de ti. Tus prioridades se reorganizan de inmediato, sin esfuerzo, como si todo hubiera estado esperando por este momento.
Afuera, la ciudad continúa con su rutina, con sus prisas, con su indiferencia. Pero en esa habitación, el tiempo se detiene. La primera vez que la tienes en brazos, tan pequeña, tan frágil y, sin embargo, tan poderosa. Es como si el universo mismo conspirara para protegerla.
Recuerdas entonces los consejos que te dieron, las advertencias, los miedos que no supiste cómo procesar. Pero nada de eso importa ya. Porque aunque no estés completamente preparado, aunque no tengas todas las respuestas, estás presente. Y eso basta.
Lucía llora por primera vez, y en ese llanto reconoces el inicio de una historia que comienza. Una historia que será escrita día a día, con errores, aciertos, desvelos y sonrisas.
La vida sigue igual, sí, pero para ti ha cambiado para siempre.