OPINIóN
Actualizado 18/04/2025 09:12:16
Álvaro Maguiño

Pueblan el corazón las espadas enterradas. El filo metálico se hace uno con el tejido, se vuelve fibra cardíaca y tintinea al ritmo del latido maltrecho. Escucho el discurrir de las lágrimas sobre los puñales con el ánimo atemperado. Las espadas dolorosas están fatídicamente selladas en el pecho.

La construcción de la iconografía de la Virgen Dolorosa plantea trasladar la literalidad de la palabra a la imagen. Así, la profecía de Simeón sobre la Virgen María en el momento de la presentación en el templo— “En cuanto a ti, una espada te atravesará el alma” —se hace patente para grabarse en la memoria colectiva mediante una representación de una espada clavándose en el pecho de la Madre. Tempranamente, la reflexión en torno a los Dolores de la Virgen ahondó en la lectura evangélica sinóptica para hallar concretamente siete espadas hundidas en su corazón. La profecía cumplida, el destino sellado, la oración inamovible y el inmanente padecimiento de la mujer al pie de la cruz. En otras ocasiones, se plantea la transmisión de este sentimiento mediante la pura gestualidad. La mano en el pecho y la mirada al cielo son el claro síntoma del más absoluto padecimiento. Los dedos se desgarran para tratar de impedir la caída del corazón ya malherido.

Sin embargo, la espada dolorosa es un elemento imprescindible para comprender las meditaciones en torno a la Virgen María y la Historia de la Salvación. No es un vano instrumento poético propio de una religiosidad exacerbada, sino el testimonio de un destino ineludible. La tradición iconográfica llenó a las esculturas dolorosas de María de puñales metálicos que, lejos de mancillar la belleza de éstas, las dotaron de un simbolismo inusitado que traspasaba los límites de la reflexión más terrenal y ajena a la Madre. Devuelve al espectador, como una imagen especular, una visión mística del padecimiento de Cristo en la Cruz. Así como los clavos, los latigazos y las espinas son el lecho de la sangre, la espada dolorosa se convierte en el causante del caudal lacrimoso que recorre las santas mejillas. Fueron retirados los puñales de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid, fundadora iconográfica en escultura del modelo de Dolorosa castellana, por motivos de conservación de la talla y por ser un añadido posterior al que idease Juni. Sin embargo, las inspiradas en ésta incluyeron acertadamente las espadas hasta el punto de ser su signo y seña, como la de Medina de Rioseco o la Dolorosa de la Vera Cruz de Salamanca. En la restauración de ésta última se llegó a la cabal conclusión de que debía haber una manera de mantener las espadas sin que éstas comprometiesen el estado de conservación de la talla. Así, el dolor se entendió no como un añadido, sino como el punto de partida. Es a él al que se debe la imagen no siendo un simple condicionante, sino la expresión en sí misma. Cabe tanta belleza en la espada como lágrimas en su soledad. Son tan necesarias las espadas como la madera en sí misma. Porque el instrumento demuestra que es tan importante que tal gran amor solo puede corresponderse con un alto grado de sufrimiento. Muestra de ello es también la Dolorosa que Salvador Carmona tallase para el convento de las Agustinas de Salamanca, donde las espadas perdidas fueron rápidamente repuestas. En la devoción conventual, cada una de ellas adquiría más que un valor material, pues consagraban a la Virgen en la mayor soledad. La ausencia del símbolo es determinante para la comprensión de la imagen, pues es mucho más que un metal anejo. Nosotros, los que pasamos por el camino, vemos que es la misma presentación de la humana divinidad.

Es el latido congelado y el corazón que anhela las lágrimas el verdadero puñal. Las palabras retumban como tañido de duelo, pues están preservadas para grabar ese momento sin tinta. Es también el conocimiento constante, la premisa del desgarro escrito en la memoria colectiva de profetas y sabios. Incluso es la aceptación de un duelo infinito sin velatorio ni allegados, inconcebible soledad que tiñe su túnica de púrpura y transforma en sombras sus palabras. María olería la ferrosa sangre de Cristo impregnada en los clavos y recordaría cómo la espada se clavó por primera vez en su pecho. La espada dolorosa es el fantasma callado, aunque partícipe, de la profecía.

Etiquetas

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >La espada dolorosa