OPINIóN
Actualizado 17/04/2025 10:38:37
José Luis Zunni

Nuestra foto de portada corresponde al monte Fuji también conocido como Fujiyama, que es un volcán poco activo, siendo el pico más alto de todo Japón con 3.776 metros de altitud y es un símbolo de la cultura japonesa. Y lo muestro de entrada porque de su cultura y filosofía nos guiará hoy para comprender mejor en nuestra manera occidental de ser y pensar, qué es real y qué es aparente. Nos referimos a nuestras percepciones y a los hechos objetivos.

Vivimos nuestras vidas entre lo que es y lo que creemos que es. Como es ya una costumbre (más que estilo), me gusta nutrirme de los buenos ejemplos que nos dan, tanto las buenas narraciones que disfrutas y no puedes parar hasta la última página, como el séptimo arte, que tiene la magia de la imagen y a su vez, la capacidad de tener que resumir una historia de 500 páginas en no más de dos horas de película.

Y revisando mi filmoteca que me permite visionar una y otra vez y en el momento en que me apetece, una variedad interesante de títulos, especialmente clásicos, me detuve el fin de semana pasado en Emperor (Emperador) (2012) de Peter Webber, interpretada por Matthew Fox (general Bonner Fellers) y Tommy Lee Jones (general Douglas MacArthur), basada en una historia real.

Me apartaré de la sucesión de hechos históricos para resaltar algunos mensajes que estoy seguro serán de utilidad.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial y lograda la rendición incondicional de Japón, la cuestión central que nos plantea el filme, es si finalmente el emperador Hirohito debía ser juzgado por crímenes de guerra junto a la cúpula militar japonesa. El protagonista principal de la historia, el general Fellers, es el que tiene que hacer la investigación en un plazo no mayor a diez días, límite que le ha impuesto el gobierno de Washington al comandante supremo general MacArthur.

Siempre he sido un admirador de la cultura oriental y realmente no se termina nunca de leer y estudiar su amplia obra y menos aprender, aunque sea en parte, su riquísima cultura. Fellers tiene todo el apoyo de MacArthur para liderar las investigaciones, por lo que es el que pone en marcha la búsqueda y detención de la cúpula política y militar, que según los americanos era la responsable del ataque de Pearl Harbor en diciembre de 1941, que fue el detonante para que el presidente Roosevelt declarara la guerra a Japón y por fin Estados Unidos entrase en defensa del mundo libre en la Segunda Guerra Mundial.

Honne y Tatemae

Se inician los procedimientos, pero Fellers también participa de manera activa, reuniéndose con un general japonés que había sido importante en la Guerra del Pacífico y que él había conocido cinco años antes cuando estuvo destinado en Japón. La conversación que mantienen es ilustrativa de su filosofía de vida: versa sobre las palabras japonesas “honne” y “tatemae”, que describen el contraste en los sentimientos y deseos verdaderos (honne) de una persona y el comportamiento y las opiniones que muestra en público (tatemae).

El diálogo es muy corto pero ejemplificador de lo que realmente significan estos términos, explicándolo el general japonés de esta manera: “Tatemae, esta palabra significa lo que las cosas aparentan ser. Honne son las cosas como realmente son. Cuando Ud. estudia a Japón, se ve el país más moderno y occidentalizado de todos los países asiáticos, pero esto es un “tatemae”, la superficie”.

Fellers le pregunta entonces: “¿y honne…?” a lo cual el general japonés responde: “honne es la realidad de mi país, que acredita más de 2.000 años de existencia y no tiene nada que ver con Occidente. Japón se mueve en base al viejo código guerrero de lealtad y obediencia”.

Esa obediencia que, en otra escena con el mismo general japonés pero cinco años atrás, le explica a Fellers qué es lo que representaba el concepto devoción en la cultura japonesa. Aquella disciplina y honor que según él “llevaron a su pueblo a tremendos sacrificios, pero fundamentalmente la pérdida de humanidad”. Le reconoce que el viejo Código Samurai es demasiado cruel.

El general Fellers es el que relata con su voz en off, afirmando al principio del filme una vez vistas las imágenes de la detonación de la bomba de Hiroshima, que “la mayor guerra de la historia ha terminado…ahora es tiempo de ganar la paz. Tenemos que ser vistos como libertadores y no como conquistadores”.

Ni ofensas ni humillaciones

Esta era la obsesión de MacArthur, su real preocupación por no humillar al emperador Hirohito que era en la cultura japonesa, un Dios viviente. De ahí las investigaciones para ver si se le podía excluir de la lista de acusados en lo que se llamaría el Juicio de Tokyo.

MacArthur le dice a su plana mayor, que César, Napoleón y otros conquistadores terminaron fracasando porque sometieron a los pueblos conquistados y que eso a él no le iba a ocurrir. Por ello, sus esfuerzos se centraban en buscar la propia alianza del emperador con Estados Unidos como nación ocupante, para que la palabra de Hirohito que era lo que el pueblo japonés seguía de manera incondicional, se convirtiera en un aliado y no un enemigo del proceso de construcción de “un nuevo Japón” como quería MacArthur.

Fellers va reuniendo pruebas que no son más que declaraciones de algunos pocos generales y políticos de alto rango que acompañaron a Hirohito desde el inicio de la guerra. Tiene que desentrañar si el emperador estaba comprometido de igual manera que el alto mando militar, en la declaración de guerra a Estados Unidos.

Con total honestidad, Fellers admite que no puede determinar el grado de complicidad que había tenido Hirohito en el ataque a territorio norteamericano (Hawaii, Pearl Harbor), pero sí por las declaraciones de los investigados, había llegado a la conclusión de que el emperador sí había sido decisivo a la hora de la rendición.

El emperador fuerza la rendición sin mencionar esta palabra

MacArthur le pregunta si tiene las pruebas para afirmar esto. Fellers le responde diciendo que, en la decisión final de rendición incondicional de Japón, la situación estaba en un empate técnico: tres a tres del alto mando, por lo que finalmente Hirohito de manera muy sutil y sin mencionar la palabra rendición, dio a entender cuál era el camino a seguir.

La duda que siempre perturbaría a MacArthur y Fellers, era si efectivamente había sido decisiva esa actitud del emperador para la rendición.

El mensaje que deja de manera impecable la película, es que el líder MacArthur que era muy respetado en Washington, de hecho, eran muchos los políticos y también camaradas militares del pentágono que pensaban que se iba a postular para presidente de los Estados Unidos, sabía que había altos cargos en su país que querían ver a Hirohito sujeto por una cuerda y colgado como los otros criminales de guerra. Pero la capacidad de liderazgo de MacArthur, influenciada decididamente por su equipo, especialmente Fellers, comprendían perfectamente que aplicarle al emperador la pena de muerte, hubiera retrasado muchísimo la reconstrucción de un país en el que había que volver a levantarlo de las cenizas (nunca mejor dicho), porque todo, infraestructuras, ciudades enteras, habían quedado sólo en escombros.

MacArthur impone su liderazgo frente a Washington, convenciéndoles de que la decisión de excluir a Hirohito de toda culpabilidad era lo mejor que le podía pasar a Japón. Porque el pueblo japonés vería entonces no al conquistador, sino a una especie de socio o aliado que ayudaría decididamente en la construcción de una nueva era en el país del Sol Naciente.

La decisión de MacArthur influida de manera decisiva por la intervención de Fellers, es también ejemplificadora de las dos palabras referidas: lo que realmente es (honne) que preocupa a ambos, que no tienen a ciencia cierta la prueba definitiva que acredita la intervención de Hirohito a favor de la búsqueda de la paz mediante la rendición incondicional de Japón; lo que aparenta (tatemae) es por todas las declaraciones de testigos, que efectivamente el emperador fue decisivo en la rendición.

La duda que los dos generales llevarán consigo el resto de sus vidas, es si efectivamente ello era así, aunque MacArthur sabía perfectamente que la mejor victoria terminaría siendo la construcción de un nuevo Japón en el que el pueblo pudiera escuchar la voz de su líder natural, medio Dios y medio humano.

La interpretación en el liderazgo actual de una de las decisiones más importantes del siglo XX, fue que el fin de MacArthur justificaba los medios, porque sabía que el “honne” había sido demasiado duro y cruento como para pretender que volviera a serlo condenando a Hirohito. Esta es la lección del buen liderazgo: saber elegir qué era lo mejor para que Japón en pocos años fuera uno de los países más importantes en el concierto de naciones.

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