A la parroquia chiquita, de barrio, esa que no tiene ni atrio ni campanario, horadada en el antiguo local de un edificio antes a la vera del campo de la periferia, le salen los ramos de Domingo bendecidos de verde en las manos que se alzan con alegría como en la canción, camino de un Jerusalén que ahora, no sabemos a quién le pertenece. Ya nos recordó Delibes la importancia del camino, ese machadiano al andar del evangelio y del paso diario por la calle por la que transitan por la vida nuestros trabajos, el caminito esforzado de bastones y andadores en la vejez del barrio, esa de banco soleado y tienda pequeña donde comprar el pan de cada día. Barrio que desayuna churros y se toma la caña dominical con el pincho generoso. Barrio y barrio ahí donde todo fuera antes barro y barro, en la cercanía de las vías del tren en las que ahora se pasean, a falta de suficientes vagones, los gatos que presumen de colonia ferroviaria. Un barrio donde las calles ya no tienen charcos ni viejas casas bajas que recuerdan el pueblo que nunca fue, camino de las carreteras que estrenaban el surco y la simiente a ambos lados de un asfalto de poco coche. Barrio pequeño y esforzado, barrio que supo del agua corriente cuando ya las calles del centro estrenaban moderna comodidad. Barrio que levantaba casas para los obreros de la fábrica de zapatillas o los que trabajaban en la vía del tren, los ferroviarios del riel y de la Renfe y el empeño de un oficio para toda la vida. Barrio de parroquia chiquita que por no tener, no tiene más que un local casi en precario, quizás para estar más cerca de las casas, ahí bajo ventanas y balcones donde tender la paz y la esperanza.
Al barrio que redondea la plaza como un abrazo, le sale este domingo gris alegría de ramo y recuerdo de llegada humilde sobre lo más pobre. Y no hay procesión de alharaca y gentío, palmas venidas de Levante o pasos de museo, no, en el barrio chiquito de la parroquia pequeña le salen las gentes llevando los ramos que huelen a laurel recién cortado y a manos que se aferran al verde de sus ramas mientras ocupan su sitio en la casa de todos, saludándose como cada domingo, con calor y afecto, buscando el hueco que quien quizás hoy no venga porque esté enfermo. Parroquianos de cada día que pasean la calle de diario, los días del afán y de la tarea, mientras pasa la semana hacia el domingo, domingo, domingo, y el calendario nos arranca el abrigo y el viento nos lleva el cabello desordenado y el paraguas de la primavera. Parroquia chiquita de barrio hoy atento al ramo de la alegría, los que caminan por la vida a diario, sin más épica que su paso bendito de sonrisa reencontrada.
Charo Alonso.
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.