Ana de Rojas ofrece una reflexión en torno a la Semana Santa
Cuando llegan las fechas de la Semana Santa, cada año, me siento inclinada a reflexionar sobre la figura de Jesús y su inmensa trascendencia más allá de la visión religiosa.
Nació en una Judea que no pertenecía al Imperio, pero estaba sometida a la dictadura militar romana. Gobernada por Herodes el Grande, un judío títere de Roma dispuesto a conservar sus privilegios y poder a costa de toda ignominia contra sus propios compatriotas.
Por entonces, el Imperio romano dominaba una extensión desde Gran Bretaña hasta el mar Negro. Equivalente a treinta países actuales. Era un poder global.
Los campesinos en Judea tenían un cierto estatus debido a que eran propietarios de sus tierras lo que les situaba socialmente por encima de artesanos y otros oficios. Hasta que el Gobernador decidió despojarles de sus propiedades y arrojarlos a la miseria.
La consecuencia fue el nacimiento de un movimiento político-nacionalista agresivo compuesto por judíos llamados Zelotes. Ese era el entorno político-social en el que se desenvolvía la primera época de la vida de Jesús en Judea.
Jesús era un hombre pacífico, aún así su espíritu de justicia no debió dejarle pasivo ante los desmanes y la invasión romana. De hecho, entre sus discípulos cuenta con Simón, al que llaman “el zelote”. No por ello Jesús era indulgente con el movimiento y en muchas ocasiones debió desautorizarlos aún teniendo probablemente algunos cerca.
Para los cristianos - Jesús hijo de Dios - esperan su regreso, la Segunda Venida.
Para los judíos, el Mesías aún no ha llegado.
Para los musulmanes Jesús es un profeta de Dios y uno de sus mensajeros más importantes, lo veneran y lo respetan, pero no lo consideran hijo de Dios.
Para los budistas, cuya religión es no teísta (que no reconoce un Dios creador), Jesús era un ser iluminado y un gran maestro, pero no lo ven como un dios.
Para los tibios creyentes, para los católicos de poca convicción, para las nuevas generaciones adoctrinadas en el escepticismo, la incredulidad y la ausencia de espiritualidad, no lo sé, pero intuyo que no han pensado en ello ni les importa.
Para mí, una necesidad permanente. Un Jesús siempre presente. Un ayer, hoy y mañana. Divino o no, Jesús representa la razón de ser de la humanidad si esta tiene una razón de ser.
El dominio de la benevolencia, de la justicia, de la piedad, del recto obrar por encima del poder, del sacrificio personal por encima del propio sufrimiento.
Pasión y Muerte de Jesús. Cuando se piensa en profundidad en ese episodio brutal, no se puede menos de sentir angustia y dolor propio. La humanidad ha sido capaz de realizar actos brutales contra sí misma, pero la tortura y muerte de Jesús alcanza proporciones únicas por tener no solo una interpretación política sino un vínculo espiritual y religioso que no puede ignorarse. Nuestra tierra necesita a Jesús, quizás también el Universo.
Ana de Rojas