Iyana Martín, cuyo juego hace tiempo que dejó la fecha de su DNI en pura anécdota, avanza imparable y con carácter
Empezó la noche del 4 de octubre, en su debut, y desde entonces no ha dejado de crecer. El huracán Iyana Martín ha sacudido los cimientos del baloncesto español en su primera temporada en la Liga Femenina Endesa. Lo ha hecho en el Würzburg, en sus convocatorias con la Selección y también en la Copa de la Reina celebrada hace unos días en Zaragoza.
En esta semana de luto deportivo en Salamanca, tras el tremendo batacazo de una final perdida, podemos centrarnos en los consuelos. Entre ellos, tener en la plantilla a una de las mejores jugadoras jóvenes del baloncesto europeo. Iyana, cuyo juego hace tiempo que dejó la fecha de su DNI en pura anécdota, avanza imparable y con carácter. Dirige, anota y no le tiembla el pulso en momentos decisivos. Aprende de las mejores, de una histórica como Montañana y de compañeras experimentadas como Vilaró, Gil y Domínguez. Trabaja duro y siempre tiene los pies sobre la tierra.
¿El truco detrás de semejante pack de cualidades con solo 19 años? Una cabeza privilegiada. Iyana Martín habla con una madurez poco común sobre un tema que cada vez cobra más relevancia en el deporte de élite: la salud mental. Celebra que se hable más abiertamente de ello, pero también reivindica la necesidad de progresar: “Me gustaría que hubiese un psicólogo dentro del staff, alguien que nos ayude a entendernos entre nosotras y que nos asesore emocionalmente, sobre todo en días difíciles en los que una necesita desahogar”. Reconoce que la exigente rutina del alto rendimiento pasa factura: “Me encanta el baloncesto, pero necesito desconectar”. Sus palabras reflejan una conciencia cada vez más presente entre las nuevas generaciones de deportistas, que no solo quieren competir, sino también cuidarse.
En medio de la vorágine desatada por sus propios méritos, el Huracán Iyana sigue adelante, con autocontrol pero, como ocurre con otros fenómenos naturales, con el ánimo de cambiar el paisaje que lo rodea para siempre. Solo nos queda disfrutarlo.