Hay dos modos de crear la realidad que llamamos Europa: una de ellas es un proceso que tiende a integrar todos los aspectos de identidad de un estado multinacional, como las lenguas, la historia, la economía, la defensa, la cultura, la tecnología y el sentimiento unitario de pertenencia a Europa, que nos señala que, prioritariamente, todos los que componemos la UE, somos europeos.
Y hay un segundo modo de seguir construyendo Europa sin finalizar nunca el proceso de integración: es seguir con proyectos parciales de diversa naturaleza, económicos, tecnológicos, militares, de medio ambiente…que no confluyen en una unidad, pues están concebidos como proyectos para resolver coyunturas o problemas presentes; no forman parte de ningún proceso, pues ni el Parlamento europeo ni el europeo medio parecen tener claro que deseemos definitivamente unificarnos como un estado supranacional.
Hasta que ha llegado este momento internacional, sorprendente para la mayoría, que en medio de los intereses del actual presidente de EEUU, D. Trump y de los intereses de V. Putin presidente de Rusia, se ha dado un vuelco a todo el statu quo y Europa parece relegada a dejar de ser la superpotencia que ha sido, subordinada a las dos potencias citadas, incluso en un tema estrictamente europeo, como es la paz en Ucrania.
La masiva manifestación convocada en Roma la semana pasada tuvo ese inequívoco sentido: manifestar que somos Europa, una unidad política, creada por múltiples nacionalidades históricas.
El parcial rechazo que una parte que la población europea siente a un rearme militar ante la inseguridad que producen las políticas de Rusia y EEUU, no se debe en nuestra opinión a un pacifismo inoportuno, sino a que la respuesta a la crisis global que está desencadenando la política del republicano Trump y su equipo, sea solamente un rearme para una posibilidad bélica de defensa o de pacificación de un probable alto el fuego en Ucrania. Es decir, una respuesta parcial a los múltiples problemas europeos.
El único modo de tener un objetivo a largo plazo donde confluyan todos los proyectos parciales, es un proceso que no lo constituyen solamente la búsqueda de solución de problemas específicos (la defensa, la inmigración, el calentamiento global, el envejecimiento de la población europea, etc.) sino un proceso creador donde aparecen nuevas formas, a veces espontáneamente, que estaban en el interior del proyecto inicial ( el Tratado de Roma en la cuestión europea).
Lo que se da en el ser humano individual, en el sujeto creativo que confía en sus capacidades y no abandona su meta última, se da también en las naciones, en las grandes colectividades. Europa es ya una realidad, pero su falta de identidad completada como un único Estado, dificulta y crea algunos de sus esenciales problemas.