OPINIóN
Actualizado 12/03/2025 16:26:42
Toño Blázquez

La relación del jubilado y el pan es como el urinario: al final todos acabamos yendo a buscarlo. No hay vuelta de hoja. Uno cuando se jubila tiene dos opciones esenciales en la rutina diaria: o vas a buscar el pan o vas a buscar el pan. Con este maravilloso alimento tan reprobable para quienes están obsesionados con adelgazar, se crea en la dulzona existencia otoñal del jubilado, una especie de relación amorosa desconocida hasta ese momento que perfectamente puede volverse en adicción incontrolada porque, la verdad sea dicha, si no andas de buena mañana con el pan bajo el brazo es que algo en tu vida diaria no funciona: probablemente la próstata.

Uno, a lo largo de la vida, ha pringado, cuando llegara el caso, el trozo de pan en la salsa; el pan ha sido indispensable acompañante culinario del tenedor y el cuchillo, el pan ha abrigado amorosamente la tortilla, el jamón, las sardinas, los calamares, el chorizo, el salchichón o el atún con los pimientos de piquillo…pero esa felicidad no tiene nada que ver con el panbajobrazo que relaciona directamente al jubilado con las edades de la vida y el refranero: venir a ella con “un pan bajo el brazo” y salirse con una barra recientita. Como Dios manda.

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