OPINIóN
Actualizado 11/03/2025 08:18:36
Francisco Delgado

La inestabilidad cotidiana que producen las diarias decisiones políticas y económicas del gobierno de Trump no permite respuestas serenas, bien meditadas de la comunidad internacional. Con las prisas en situaciones infrecuentes y peligrosas, se suelen colar ambiciones personales de líderes que, en lugar de ayudar a resolver los problemas, los complican aún más.

Cada día se extiende más la teoría de qué pretende D. Trump con su aparente batalla diversificada en mil batallas; muchos pensadores políticos sostienen que el objetivo último del actual gobierno de EEUU es repartirse el liderazgo mundial con las otras dos potencias de gobiernos expansionistas y autoritarios: Rusia y China.

Si esta tesis fuera correcta habríamos llegado a la hora fatídica de una Europa arrinconada a nivel mundial, debilitada por una guerra que no tiene una pacífica salida y que forma parte de Europa: la guerra de Ucrania contra el invasor ruso.

Desde nuestra humilde perspectiva de ciudadano ajeno a los entresijos de toda política, seguiré comentando dos aspectos que sobresalen con obviedad en “la política a toda prisa” que está diseñando la Unión Europea: uno de ellos, la búsqueda de nuevas alianzas internacionales y el segundo, los movimientos individuales de algunos líderes europeos que no parecen fortalecer la Unión, sino diversificar ineficazmente el liderazgo.

La reunión que tendrán esta semana los líderes de la UE con los líderes de Turquía, Noruega, Reino Unido, Islandia y Canadá, tiene el positivo objetivo de buscar fortaleza ante la pérdida del mayor aliado que Europa ha tenido desde la II Guerra Mundial, EEUU. Da la impresión de que estos cinco países elegidos para equilibrar el poder de las tres superpotencias antes citadas, no han sido elegidos al azar, sino con muy válidas razones de identidades políticas cercanas y gran valor geoestratégico. Ojalá prospere y se afiance este nuevo mapa de alianzas.

Con un toque de alarma se puede contemplar la postura de algunos líderes europeos, que en esta delicadísima coyuntura, no dudan en querer tener un protagonismo que en estos momentos parece generar más confusión que ayudar a la resolución del complejo conflicto en el que la UE está metida:

La disparidad de criterios del presidente húngaro en el conjunto de la UE no es un problema reciente; lleva años manifestando unas líneas políticas más afines con Rusia que con la propia Europa; pero en estos momentos su diferencia dificulta aún más la fortaleza unitaria de los veintiocho miembros. Parece obvio que la UE debe poner ya límites a esa anomalía del gobierno húngaro, que incrementa aún más las actuales debilidades europeas.

El caso del presidente francés Macron sobresaliendo de la noche a la mañana con el deseo de liderar militarmente Europa valiéndose del armamento nuclear francés, es aún más llamativo: ponerse en una situación límite cuando se está en una etapa de reestructuración interna para conseguir más seguridad y unidad, no parece pensarse teniendo en cuenta lo que ahora Europa necesita sino, quizás, lo que el político Macron ambiciona personalmente: ser un segundo General De Gaulle.

Las prisas que genera la errática política diaria del gobierno Trump son malas consejeras. “Vísteme despacio que tengo prisa”, dice un sabio refrán español.

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