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Actualizado 10/03/2025 08:19:48
Vanesa Martins

En Proyecto Hombre viven actualmente 22 personas, todas de Ucrania, pero de diferentes regiones. El más pequeño tiene apenas 6 años y el más mayor, 76 años

El 11 de marzo de 2022 se cumplen tres años de la llegada de los primeros refugiados ucranianos a Salamanca. Con el objetivo de encontrar seguridad lejos del conflicto, muchos de ellos aún continúan en Salamanca.

Muchos de estos refugiados se encuentran, aún hoy, en el centro de Proyecto Hombre. Allí, el párroco Manuel Muiños y Vicente, les ofrecen un hogar lejos de la guerra, ayudando a que sus días sean menos duros. En este espacio viven actualmente 22 personas, todas de Ucrania, pero de diferentes regiones. El más pequeño tiene apenas 6 años (aunque llegó con tan solo 3) y el más mayor, 76 años (llegó con 73). Historias de vida marcadas por el dolor, pero también por la solidaridad de quienes los han acogido. Al principio, muchos de ellos no se conocían, pero la guerra los unió en una nueva familia.

"Cada uno tiene su espacio, pero cuando es fiesta es fiesta y cuando es pena, es pena, pero todos a una", dice Manuel Muiños. "No hay derecho, es una tristeza que haya personas que hayan hecho esto. Ellos están desesperados, y yo me muero de tristeza y de rabia, de la impotencia. Es una crueldad, lo mires por donde lo mires, el dolor y el sufrimiento de estas criaturas y de estas personas".

El párroco también subraya la importancia del acompañamiento a largo plazo. Aunque al principio hubo mucha ayuda, con el paso del tiempo, las personas han quedado en el olvido. "El acompañamiento es lo más importante", destaca.

Gracias a la labor de Don Manuel y el apoyo de las Jesuitinas, los refugiados han encontrado un techo. El edificio que acoge a estas familias es propiedad de las Jesuitinas, quienes han brindado todas las facilidades para que estas personas puedan vivir con dignidad.

Historias de lucha y esperanza: Liubov llegó con toda su familia

Liubov Dudova, cuyo nombre significa "amor" en ucraniano, vive con su marido y tres hijos. Su hija Veronika recuerda el momento en que la guerra irrumpió en sus vidas: "El primer día me despertaron antes de ir al colegio, vi extraño que me despertaran a otra hora y me dijeron que había empezado la guerra". Veronika tenía solo 7 años cuando llegó a Salamanca, y hoy, a los 10, ya se siente más en casa, aunque aún extraña su país.

La familia de Liubov llegó a Salamanca a través de ACEEM, y vivió durante 13 meses en un hostal. "Estuve mucho tiempo esperando, viviendo en una habitación”, recuerda. Su padre, que también estaba en Salamanca, falleció hace unos meses y ella quería ir a enterrar las cenizas a su país, junto con las de su madre. Pero si iba, no podía volver. “Cada mañana veía las urnas con las cenizas de mi padre ahí. Fue muy duro todo", cuenta Liubov. A pesar de las dificultades, ha encontrado un respiro en su nueva vida: "Para mi familia ahora no es posible volver, mi marido no puede regresar porque, si eres hombre de entre 18 y 60 años, es obligatorio ir a la guerra. Si volvemos, él va a la cárcel. Aquí tengo una pequeña esperanza y mi marido tiene trabajo".

La familia de Tetiana: La incertidumbre

Tetiana Timokhina vive en el centro con sus dos hijos. Su marido, como tantos otros, está en el frente de guerra en Ucrania. "Llevo tres años en Salamanca. Llegué con dos hijos pequeños y entré llorando”, recuerda. Ella lleva desde el principio en Proyecto Hombre.

“En Ucrania está mi marido, que está en el frente, y también sus padres", explica, quien cada día se enfrenta a la incertidumbre de no saber cuándo podrá volver a ver a su esposo. "Nosotros esperamos que cuando la situación cambie un poco podamos ir, pero siguen bombardeando mucho".

A pesar de las dificultades, Tetiana destaca cómo sus hijos se han adaptado a la vida en Salamanca. "Los niños estudian en Salamanca presencial y siguen con los estudios online de Ucrania. Cuando todo pase, esperamos a Manolo y Vicente en Ucrania. Es obligatorio"”, les agardece. "En Proyecto Hombre con Vicente y Manolo todo es mejor", asegura Tetiana.

Olha y su hija Kateryna: el dolor de la separación

Olha Nychyk llegó a Salamanca con su hija Kateryna en mayo de 2022, a través de ACEEM. Desde noviembre de ese mismo año, han encontrado un hogar en el centro de Proyecto Hombre. “Nos quitaron la ayuda cuando fuimos a Ucrania a enterrar a mi marido. Al volver, buscamos ayuda y una amiga española me dio el teléfono de Manuel, quien nos ayudó a llegar aquí”, cuenta Olha con una mirada que mezcla tristeza y gratitud.

La familia vivía cerca de la frontera con Rusia, en una zona que ha sido destruida por completo. “Mi hijo de 28 años está en Ucrania, y por eso estoy muy preocupada por él”, expresa Olha, quien sigue en contacto con él a pesar de la distancia. Aunque la incertidumbre persiste, se siente agradecida por el apoyo recibido. “Tengo que darle muchísimas gracias a Manolo, son muy buenas personas. Ahora estamos buscando nuestra vida aquí, trabajando y tratando de empezar de nuevo”, concluye con esperanza.

Olena Drobottia: en busca de nuevas oportunidades

Olena Drobottia es otra de las refugiadas que ha encontrado cobijo en Proyecto Hombre, aunque próximamente se marchará a Málaga en busca de más oportunidades laborales. “Me voy porque allá tengo más posibilidades de encontrar trabajo y seguir adelante con mi vida. Estoy sola, pero tengo la esperanza de empezar de nuevo en un lugar con más posibilidades”, explica.

Alina Haivoronska: el amor por su hijo y su perro

Alina Haivoronska llegó sola a Salamanca y desde el principio se acogió al apoyo de Proyecto Hombre. Durante la guerra, movió cielo y tierra para poder traer a su perro, un miembro querido de su familia, a España. "Lo logré, y ahora estamos juntos aquí", dice con una sonrisa mientras acaricia a su perro, que la acompaña en su día a día.

Alina tiene un hijo de 24 años que aún permanece en Ucrania, donde trabaja. "Lo echo de menos, pero tenemos contacto constante", comparte Alina con pesar. A pesar de la distancia y la incertidumbre, sigue luchando por crear una nueva vida aquí, lejos de guerra, pero siempre con el corazón puesto en su país.

Nataliia: una abuela separada de su nieto

Nataliia Kagamlyk llegó a España acompañada de su nieto, pero él decidió regresar a Ucrania. “Él se fue, y yo me quedé aquí”, comenta Nataliia, quien ahora vive en el centro de Proyecto Hombre. En Ucrania, también se encuentra su hija, la madre de su nieto, con la que mantiene contacto. "Gracias a Padre Manuel, estoy viviendo aquí, y eso me ha dado mucha paz", dice Nataliia, mostrando su gratitud por el apoyo recibido en momentos tan difíciles.

Estas son solo algunas historias de las muchas que hay tanto en Salamanca, como en otros lugares. Sin embargo, junto a ellos también viven Stanislav Losiev, Iryna Pysarenko, Valeriy Yaroshevych (que con 77 años y siendo ciego, es el de mayor edad de Proyecto Hombre) u Oleksandr Kagamlyk. Todos viven e intentan seguir adelante con su vida a pesar de la preocupación de la situación de su país.

Este centro ha sido un refugio en medio del caos, un lugar donde las familias ucranianas han encontrado apoyo, comprensión y, sobre todo, un hogar provisional hasta que la situación cambie. A pesar de los sufrimientos que han vivido, las historias de estos refugiados muestran una tenacidad impresionante. A través del dolor, la pérdida y la incertidumbre, siguen adelante con la esperanza de que algún día puedan volver a Ucrania o, al menos, encontrar paz en sus corazones.

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