El narrador, poeta y fotógrafo segoviano hizo un recorrido de su obra en la Librería Víctor Jara
Tiene Luis Marigómez el don de la serenidad con la que recorre una fecunda obra que culmina con el sorprendente libro de relatos Vaivén, presentado en Salamanca. Marigómez, uno de los nombres más notables de la literatura de Castilla y León nace en un pueblo de Segovia, vive en Valladolid y es autor de cuatro novelas, crítico literario en el suplemento “La sombra del ciprés es alargada”, cofundador de revistas tan excelsas como “El signo del gorrión”, traductor ni más ni menos que de la poesía de la novelista Margaret Atwood, fotógrafo y poeta. Un autor dedicado también al relato breve a quien el crítico y escritor José Ignacio García llamó para su colección “Cuentenario” en Castilla Ediciones, una petición a la que Marigómez respondió buscando entre las gavetas de la memoria y escribiendo la tercera parte de este libro, de marcado carácter autobiográfico.
Porque Vaivén no es solamente un excelente libro de relatos de un narrador ya curtido en estas lides. Es en realidad un tríptico donde se despliegan una primera parte expresionista, feroz en su humor negro y despiadado titulada “Baches” –Marigómez titula siempre con una sola y contundente palabra-, una tercera nostálgica y autobiográfica donde el lector comprueba su carácter de poeta y fotógrafo delicado y una pieza central, una novella, “Señorita”, guardada durante varios años que Gustavo Martín Garzo siempre le instó a recuperar. Precisamente Martín Garzo, cuya última publicación son dos hermosas “novellas”. Porque “Señorita” no es solo un relato largo, es una pieza perfectamente armada de cinco tablas en las que se desgrana, personaje a personaje, una historia de deseos insatisfechos, pueblos marineros expuestos a todos los vientos y sobre todo, un ejercicio de perspectiva múltiple que engrandece a este autor de exquisitos silencios.
Cuenta Marigómez en el prólogo de la antología que cuidó la poeta Gloria Rivas bajo el título Poéticas del interior, que se inició en la escritura con el poema muy tempranamente para preguntar y preguntarse. Es el mismo niño que consiguió pacientemente su primera cámara coleccionando cromos y al que su padre le enseñó los rudimentos de un arte con el que ha realizado exposiciones y que ha utilizado también para unirlo a la poesía. Esa poesía que describe como fuera del tiempo, quizás como decía Gamoneda como algo que ni siquiera tiene que ver con la literatura, mientras que el relato se acerca más al taller, a la artesanía. Un poeta y un fotógrafo centrados en lo natural, donde no aparece persona humana y que reflejan esa visión de la escritura de Marigómez donde “menos es más” y la poesía detiene el tiempo. Un tiempo que en su narrativa también tiene una suave cadencia en la tercera parte del libro, y una despiadada visión de la vida, humorística y también solitaria, en la primera.
Y en el centro, como la pieza perfecta de una sortija que engarza el solitario en medio de dos piedras, la novella que sorprende al lector y le descubre un autor dueño de sus dones. Costumbrista, también dolorosa, casi policiaca sin serlo, “Señorita” es un hallazgo por el que vale la pena acercarse, y mucho a la narrativa de este original poeta. Y además, como regalo, el lector se admira ante el humor del autor y su delicada visión final del paso del tiempo. Recursos tan diferentes que parecen de distinta pluma y son, en Vaivén, la consagración de la prosa de un autor indispensable.
Charo Alonso.