Sigue el sol bajo las sábanas cuando desciendo la calle. El petardo pop que inflama mis cascos anima una calle vacía en un primer vistazo. Los abrigos grandes otorgan a las siluetas de las personas un aspecto más salvaje y amenazador. Se encarnan a una distancia agradable para evitar la sorpresa. Todos somos fantasmas en la calle vacía.
Parece que ante los acontecimientos que molestan al ser humano existe una especie de camino. La primera estancia la constituye un estado más combativo ante la situación, una negación de los hechos mediante una dialéctica avanzada no carente de estrategias para cambiarla. La segunda aparece cuando se aprecia la imposibilidad del cambio. Aquí, andamos con el peligro de la esperanza y aunque se adopta una postura más crítica y abierta, tempranamente se choca con la inevitable decepción. Aquello que podría haber salido bien es un papel mojado, una calle que no figura en los callejeros. Por eso, en la tercera estancia cabe el sentimiento más puro de la resignación, que no debe ser confundida con el pasotismo. La resignación es mucho más triste porque habla de todos los intentos fallidos para evitarla, para conseguir que los ojos sigan al frente cuestionándolo todo con la misma viveza de una llama. El pasotismo es un sentimiento viciado más relacionado con la apatía que con la mirada baja, aunque no carente de orgullo, de la resignación. Ella no es símbolo de la paciencia, sino de la aceptación de que es imposible solventarlo por factores que escapan de nuestros dedos. Una aceptación que, a pesar de su valor positivo, forma parte de un sentimiento negativo. La resignación es el hecho de encontrar hogar entre las ruinas, de verse cómodo en las aristas de los ladrillos y contemplarlos como si fueran un salvavidas. De ahí que pensemos que la resignación tiene algo de virtuoso, incluso de otorgador de santidad. Pero la resignación es esa calle vacía que recorremos cada mañana.
Calle vacía y sometida al albor de las farolas. Vacía de calor y frío. Con tantos fantasmas que debió ser orlada por cipreses. Calle resignada a ser la única opción.