¿Quién descubre los dones y los talentos de los niños y niñas? ¿Quién es capaz de detectarlos, potenciarlos y hacerlos crecer? Es evidente que hablamos de educación, pero Educación con mayúsculas, de esa en la que están versados algunos seres humanos, no muchos, son capaces de ver oro donde la mayoría ve basura. Son los buenos maestros, que más allá de lo curricular, los textos y los conocimientos, son capaces de descubrir aquello en lo que un niño o niña son buenos y les gusta. A veces da la sensación de que la escuela se ha pegado un tiro en el pie, atiborrada de protocolos, informes y expedientes, con docentes que un día tuvieron la ilusión de educar y que ahora sobreviven como pueden en un mar de burocracia y presión.
Porque yo parto de una premisa, y es que todos, todos los seres humanos tenemos dones y talentos, ¡todos! Al menos aptitudes para desarrollarlos. Pero la cuestión es encontrarlos. ¿Qué pasa con los niños y niñas que no muestran interés en matemáticas, lengua, historia, naturales…. Pero lo muestran por otras cuestiones? Pareced que todos tienen que encajar en los esquemas preestablecidos y tienen que pasar por el tamaño del aro, hecho sin tener en cuenta el tamaño del sujeto. ¿Cuántas veces un niño o niña ha escuchado en el colegio por parte de algún profesor: “tú no vales, chaval”, “no se te da bien nada”, “eres un desastre”…. Esas frases, además de ser una mentira y de las gordas, crea una huella dolorosa en el corazón de cualquiera, difícil de recuperar. Porque cuando un niño no muestra interés por la asignatura, además de animarle, exigirle y darle caña, también habría que revisar cómo se le motiva.
Hay muchas cosas que no están en los libros de texto del cole. Lo vemos en las actividades de educación no formal, donde los infantes se encuentran en la naturaleza, juegan y se relacionan y en donde aprenden tanto o más que en las aulas. Defiendo la cultura del esfuerzo y la exigencia, pero también la de ponerse en el pellejo de cada uno, porque educar no es dar lo mismo a todos, sino adaptar, personalizar y acompañar los procesos. Y eso necesita tiempo y personas con vocación y con competencia. ¿Qué pasa con los talentos artísticos, como el movimiento del cuerpo, la música, el saber hacer reir o contar o inventarse historias? ¿Y las físicas como saltar, correr o brincar? ¿Y las humanas, como ponerse en el lugar del otro, saber hacer una crítica, hacer felices a los demás, ser creativo o tener la sensibilidad de cuidar los pequeños detalles? Todos esos dones y tantos más, son imprescindibles para la vida, para nuestras sociedades, para la cultura. Una persona y lo vemos en los adultos, puede tener muchos conocimientos de todo tipo, pero tener una gran discapacidad en lo humano, en el respeto a los demás, o simplemente en saber expresar sus emociones. Ya no digo nada de saber pedir perdón o dar gracias. A mí, todo eso me parece más importante que saberse las capitales de los países de África, saber conjugar no sé qué verbos o conocer el proceso de la fotosíntesis, con todos los respetos. Una educación que haga crecer a los niños y niñas en su inteligencia emocional, y que aumente su sentido crítico. No queremos borreguitos que dicen, piensen, hagan y digan lo mismo. Educar no es estructurar a los peques para no se salgan del redil de la normalidad que hemos prefijado antes, sino dar herramientas para que sean ciudadanos libres y felices, contribuyendo al bien común, con conciencia de servicio a los demás. La educación es la mejor vacuna contra la ignorancia en sentido amplio y contra el apego a lo material, que tanto daño hace.
Mis hijos han pasado por muchos profesores y tutores. Algunos tenían muy clara esta idea y trataban de ser educadores con mayúsculas. Lo tenían difícil, porque estaban más bien solos y porque tener alma de educador requiere más esfuerzo que dar café con leche a todos. Pero notas a los profesores que sacan lo mejor de tus hijos y se preocupan por ello y quienes más lo notan son los propios niños y niñas. Por cómo hablan de sus profesores y lo que cuentan de ellos, uno se hace a la idea. Está bien saber que mi hijo estudia matemáticas y va aprobando los exámenes (o no). Sí, se tiene que esforzar, pero las preguntas que me interesan sobre ellos son: ¿son felices en el colegio? ¿Tienen amigos? ¿Qué tal se relacionan con los demás? ¿Respetan? ¿Se ríen, se divierten?
Necesitamos profes que de verdad sean educadores y también padres y madres que se tomen en serio las cualidades y dones de sus hijos, las que tienen y no las que quisieran que tuvieran. Y nadie tiene derecho a decirle a un niño o una niña que no vale para nada. Ni a ninguna persona. No, no es verdad. Pero hay dones que requieren una mirada amplia, y de eso, andamos un poquito escasos. Habrá que ir al oculista de turno para que nos gradúe nuestras gafas llenas de prejuicios y generalizaciones. Quizá entonces, podamos cambiar la mirada y ayudar a descubrir lo bueno que hay en cada niño y niña. Nos va la vida en ello, nos van sus vidas en ello.