OPINIóN
Actualizado 14/01/2025 09:25:54
Alberto San Segundo

El 4 de enero de 1960 moría en un accidente de tráfico, con solo cuarenta y seis años, el novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés Albert Camus. Ahora, pocos días después del sexagésimo quinto aniversario de su muerte, mi recomendación de lectura se centra en la que, con La peste, quizá es su obra mayor y, en cualquier caso, sin duda la más divulgada y reconocida, El extranjero.

Camus había ganado el Premio Nobel en 1957, cuando ya había publicado sus dos novelas principales, todo su teatro e infinidad de textos ensayísticos y de no ficción. El extranjero vio la luz originariamente en 1942 y desde esa fecha fue objeto de infinidad de reediciones, traducciones a numerosos idiomas e incluso de una adaptación al cine, en una película, no especialmente memorable, dirigida en 1967 por Luchino Visconti con Marcello Mastroianni en el papel principal.

De las muchas ediciones del libro existentes en nuestro país, quiero hablarles de una especial presentada por Alianza Editorial en 2013, año del centenario del escritor. Se trata de un libro de gran formato con bellísimos dibujos del argentino José Muñoz e impecable traducción del gran poeta José Ángel Valente. El libro puede encontrarse también en versiones más accesibles, incluso en el mismo sello de Alianza, pues el espléndido volumen al que me estoy refiriendo está prácticamente descatalogado y de imposible localización fuera del mercado de los libros de viejo y segunda mano.

Pese a los largos ochenta años transcurridos desde su publicación, es bien conocido el asunto que hila la trama de la conocida novela del escritor francés de origen argelino. Su protagonista, Mersault, al que vemos al principio del libro asistir con indiferencia a la muerte de su madre (Hoy, mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé), lleva una existencia anodina y solitaria en Argel, dejando que el tiempo transcurra entre su rutinario trabajo, su poco acogedora pensión y esporádicas y no demasiado satisfactorias relaciones con unos pocos amigos y con algunas mujeres.

Tras la muerte de su madre, acogida con resignada pasividad, un absurdo incidente en el que se ve envuelto sin demasiada convicción lo convierte en despegado y fortuito asesino. Los protocolos de la justicia se sucederán sin piedad y nuestro hombre asistirá, apático y desganado, impasible y desinteresado, impertérrito y aparentemente ajeno al menor sentimiento humano, a la trágica clausura de su vida. A lo largo del texto se encadenan las pruebas de la indolencia existencial del joven, que afloran en abundantes y muy elocuentes asertos y reflexiones, algunos de los cuales transcribo aquí por su relevancia, en tanto que representan de un modo muy significativo no solo la esencia de la novela, sino también lo sustancial del pensamiento de Camus:

El día en que enterré a mamá, estaba muy cansado y tenía sueño.

Uno es siempre un poco culpable.

Un domingo de menos.

Me preguntó si la quería. Le respondí que eso no significaba nada, pero que me parecía que no.

Cuando era estudiante, tenía yo muchas ambiciones de ese tipo. Luego, cuando tuve que abandonar los estudios, comprendí muy pronto que todo eso carecía de verdadera importancia.

Nunca tengo gran cosa que decir. Entonces me callo.

Lo que sentía era cierto aburrimiento.

Yo nunca había podido lamentar nada verdaderamente.

Era culpable, pagaba, no se me podía pedir más.

Nada tenía importancia.

Había vivido de una manera y hubiera podido vivir de otra. Había hecho esto y no había hecho aquello. No había hecho una cosa cuando había hecho otra. ¿Y qué?

¿Qué me importaban la muerte de los otros, el amor de una madre, qué me importaba su Dios, las vidas que uno escoge, los destinos que uno elige?

Aquí están, en síntesis, las ideas principales de la filosofía de Camus: tedio vital, alienación y desapego, crisis, desorientación, vacío y aburrimiento, indiferencia y ausencia de propósito, pasividad y relativismo moral, absurdo e inutilidad de cualquier esfuerzo, de cualquier deseo, de cualquier proyecto, empeño o aspiración. Como señaló acertadamente Mario Vargas Llosa, El extranjero “se adelantó a su época, anticipando la deprimente imagen de un hombre al que la libertad que ejercita no le engrandece moral o culturalmente; más bien lo desespiritualiza y priva de solidaridad, de entusiasmo, de ambición, y lo torna pasivo, rutinario e instintivo en un grado poco menos que animal”.

Ese esclarecedor y nihilista retrato del hombre de nuestro tiempo, de la falta de significado de la existencia en nuestras sociedades tan aparentemente avanzadas, de la fría soledad del ser humano en un universo desprovisto de sentido, convierte a la novela en una verdadera obra maestra, siendo además, una formidable plasmación literaria de los postulados del existencialismo, del que Camus fue uno de sus principales representantes

Una excelencia que se ve realzada por los rotundos dibujos, en un austero blanco y negro, con los que José Muñoz -muy experimentado en la ilustración de textos literarios- acompaña las palabras de Camus. Con referencias iconográficas del cine negro, con un personaje principal para el que adopta el rostro del propio Albert Camus (en una opción de “lectura” de la obra que constituye un gran acierto, a mi juicio), con una ambientación muy apropiada que subraya la arquitectura y el decorado árabe de Argel, con la exageración de los rasgos de los personajes, las ilustraciones, espléndidas, recrean la atmósfera, el insoportable calor, la sensación de tedio, de opresión, de inanidad, de agobiante e irremisible paso del tiempo, trasladándonos la vivencia del sofocante sol del verano argelino como un inexcusable castigo que opera como metáfora de otras dos no menos inevitables y funestas sentencias: la de Mersault a causa de su crimen y la definitiva condena de todo ser humano ante la fatal experiencia de la muerte.

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Albert Camus. El extranjero. Alianza Editorial. Madrid, 2013. Traducción de José Ángel Valente. 144 páginas. 22 euros.

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