OPINIóN
Actualizado 16/01/2025 09:53:42
Ignacio Martín

Es buen momento para volver; acabo de cumplir un año en mi trabajo, y encontrar curro después de los 50 ya es un logro. Y encima, estaba batallando con la inspiración y llegó desde mi alma máter: la presentación en el Aula Magna de Filología de La Pluma (https://revistalapluma.com/lapluma_articulos/presentacion-del-numero-3/), una revista que no se puede entender sin el nombre de quien fuera maestro y amigo…

José Julio Vélez Noguera (1946-1992), Julio Vélez, fue ante todo, mi amigo. También, desde luego, fue mi maestro, nuestro, uno de los grandes, como lo fueron otros –Emilio de Miguel, José Antonio Pascual, Pedro Cátedra, César Real…–, en la Universidad de Salamanca, mi alma máter, algo que, dicho desde México, donde hasta la propia UNAM tiene, de alguna manera, a nuestra Universidad como ente primigenio–la primera Universidad de México se fundó bajo los auspicios de la Universidad de Salamanca–, cobra un especial sentido.

Cada día recuerdo al amigo y maestro; a manudo lo releo porque lo considero uno de los grandes poetas de la segunda mitad del XX en España, no adscrito a ninguna generación pero amigo de varias: desde Gil de Biedma a Ángel González, de Caballero Bonald a García Montero.

Su coherencia personal y política la sigo teniendo como guía; vivió la cárcel y el ostracismo, por su militancia de izquierda, en el franquismo, y por criticar la creación de “hitos” literarios en su La poesía española según El País, que le valió un veto editorial que lo sigue teniendo como un poeta poco conocido.

Sin embargo, no se dejó llevar nunca por la venganza; siguió adelante y creció como poeta; fue amigo de los grandes, como los mencionados o Galeano, o Wesphalen, o Gastón Baquero, o Benedetti, o Claribel Alegría, o Cristina Peri Rossi…

Sin embargo, ni utilizó esos vínculos como filólogo y maestro de filólogos ni se jactó de ello; nunca presumió su cercanía sino que los presumió, a ellos y ellas, a sus amigos; de hecho, el Julio maestro nos presentó a algunos, creo que para motivarnos, como estudiantes, a disfrutarlos, a admirarlos, sí, pero sobre todo, a admirar la obra, así como a respetar la poesía y la literatura; no en vano, el mayor orgullo de este poeta que estudió a César Vallejo como pocos, que divulgó el flamenco como pocos, era haberse encontrado un poema suyo en un disco de flamenco pero atribuido a “Popular”; ese es Julio, no era, es.

Como la palabra labra la palabra, verso suyo, retomo mis “charros de dos orillas” volviendo a presentarles a Julio, en un diálogo poético, si me lo permiten; en el ánimo de que busquen más, de que lo lean, comparto, de su Por vuelo de herida, este poema con ecos, creo yo, de San Juan de la Cruz:

Verte noche colgada

en tus cabellos.

Verte gacela luminosa

entre sombras.

Verte pájaro y verte

vuelo enredado.

Verte mar y verte

alga arañada.

Verte corteza y verte

árbol y cascada.

Verte transparente y verte

gacela de mis sueños.

Verte carne

y verte alma.

Verte palabra, al fin

enmarañada entre los planetas

y el sueño.

Julio me enseñó, y lo sigo aprendiendo, que los libros hablan, entre ellos y con nosotros; por eso, creo que este fragmento de mi Función negra, dialoga con ese poema:

Puede que estemos en la mesa de un café, o en casa; quizá vamos en tu coche, en el viejo Percherón. Puede que no estemos, que lo que pase es que nos están siendo. Puede que Quevedo tuviera razón, que no haya más que humo; o puede que la tuviera Vallejo, y Dios esté, pero se haya puesto enfermo; o que Santiago de Chuco se haya vuelto las cuatro paredes de la celda; o estuviera en París con aguacero.

Puede que no llueva en París.

Puede que en esta tarde, que no es tarde ni tiempo, todos pasen, y ni pregunten, ni nos pidan nada: puede que hayamos muerto un poco.

Puede que Pedro Rojas se haya vuelto Páramo, tantito.

Puede que masa ya sea sólo mundo, sin cadáver.

Puede que el fuego se pronuncie en Trilce.

Puede que Julio Vélez no haya muerto, que esté en un libro que alguien está escribiendo por las noches, que tampoco son noches.

Puede que todavía.

Puede que odumodneurtse.

Hay libros, hay poemas en internet; dense una vuelta, que Julio Vélez, les aseguro, es un poeta que merece la pena.

Gracias, Julio, por acompañarme en este regreso.

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