En relación a posibles investigaciones sobre presuntos actos criminales por parte del franquismo, aún desconocidos –en este caso en plena guerra civil- quiero hacerme eco en estas líneas del importantísimo anuncio realizado por el pregonero del homenaje a Miguel de Unamuno (el escritor Luis García Jambrina), ofrenda que tradicionalmente realiza la asociación “Salamanca por la memoria y la Justicia” en el cementerio de Salamanca el 31 de diciembre y a los pies del nicho donde reposan los restos mortales del intelectual bilbaíno.
El profesor de literatura de la Universidad de Salamanca, novelista y estudioso de Unamuno, Luis García Jambrina, anunció que en este año 2025 se creará un grupo de trabajo compuesto por una serie de investigadores con el objetivo de intentar esclarecer de una vez, las causas de la muerte de Unamuno, desde un punto de vista médico, criminológico, psicológico y jurídico, dado que la versión oficial sobre el fallecimiento del que fuera rector de la Universidad de Salamanca, doctor Honoris Causa por las Universidades de Oxford, Cambridge y Londres y uno de los intelectuales más prolíficos de nuestra historia, siempre dejó muchas dudas, máxime cuando tan sólo dos meses y medio antes de su muerte, tuvo lugar el famoso enfrentamiento dialéctico entre Unamuno y la sinrazón criminal del jefe de la legión, Millán Astray, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca.
Sabemos que Unamuno, aunque inicialmente diera su apoyo a los rebeldes porque, ingenuo de él, pensó que esa sublevación militar era tan sólo una corrección del errático rumbo con el que transcurrían algunos acontecimientos de la esfera política del gobierno de la República. Aunque inmediatamente se percató de que lo que estaba ocurriendo en el país era una “epidemia de locura”. En Salamanca, como llegó a reconocer el propio Unamuno en alguna carta enviada a algún amigo, no había frente de guerra, pero se cometían asesinatos crueles, algunos de los cuales, eran de amigos suyos, como Casto Prieto Carrasco, alcalde de Salamanca, José Andrés Manso, maestro, abogado y diputado socialista en Cortes, Salvador Vila, discípulo suyo y rector en la Universidad de Granada o Atilano Coco, pastor anglicano de Salamanca, amén de asesinatos de intelectuales y poetas como el de Federico García Lorca.
Sabemos que todos estos acontecimientos calentaron el discurso que iba a pronunciar –aunque en principio no pensaba intervenir- en la festividad del entonces conocido como “Día de la Raza”, 12 de octubre, máxime cuando el resto de intervinientes en el Paraninfo, se ciñeron a pronunciar discursos patrióticos y a satanizar y criminalizar a catalanes y vascos, diciendo que eran la “anti-España”. Unamuno no se calló, calificando de inválido a Millán Astray y acusando a los golpistas de lo ya conocido “venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta, razón y derecho en la lucha”.
Sabemos que a partir de ese día Unamuno estaba en arresto domiciliario, tenía un policía a la puerta y prácticamente no podía salir de casa. En ese caldo de cultivo, Unamuno, en sus cartas a amigos y conocidos les manifestaba que temía por su vida y que lo que estaban haciendo las autoridades franquistas en Salamanca eran salvajes atrocidades.
Sabemos que el 31 de diciembre, sobre las 5 de la tarde, visitó a Unamuno un conocido Falangista, Bartolomé Aragón y que se escucharon voces y gritos y que Bartolomé Aragón poco más tarde dijo a voces, algo así como: “yo no he sido, yo no lo he matado…” Ay, todo esto me recuerda la locución latina “excusatio non petita, accusatio manifesta”.
Sabemos que el médico dijo que la causa de la muerte de Unamuno fue una “hemorragia bulbar”. Según los expertos, esta causa de muerte sólo puede determinarse previa autopsia del interfecto, algo que no se hizo. Además, el médico también era represaliado por el franquismo, se sabe que había sido sancionado.
También sabemos que inmediatamente producida la muerte de Unamuno los falangistas se hicieron cargo de sus restos mortales, apropiándose indignamente de su figura y el día del funeral sólo se escuchaban voces falangistas, unas decían: “camarada Miguel de Unamuno”, mientras otros respondían: “presente”.
En fin, todos esos acontecimientos hacen que se alberguen muchas dudas sobre las verdaderas causas de la muerte de Unamuno. Por ello, algunos autores que han investigado con cierta profundidad todo lo que rodeó la muerte de Unamuno han llegado a afirmar que Unamuno pudo ser asesinado. Hipótesis de trabajo por la que se inclinan Manuel Menchón y Luis García Jambrina en su obra “la doble muerte de Unamuno”, aunque más bien lo que plantean es una “aintítesis”. Se trata, en palabras de los autores, “en última instancia, de provocar el debate y la reflexión desapasionada sobre un asunto polémico”. Otros autores, como Carlos Sá Mayoral, también reflexiona y se posiciona sobre un posible asesinato en su obra “Miguel de Unamuno. ¿Muerte natural o crimen de Estado?
La polémica investigadora está servida. Por tanto, que se vaya a investigar sobre las causas de la muerte de Unamuno es una noticia estupenda. Desde la asociación “Salamanca por la Memoria y la Justicia” siempre hemos considerado a Unamuno como una víctima más de la guerra civil y de los rebeldes del 18 de julio de 1936 y siempre hemos mantenido la duda razonable sobre la versión oficial que dio el régimen franquista, es decir, que había fallecido por muerte natural.