"Es lástima que fuera mi tierra". LUIS CERNUDA, Desolación de la quimera, 1962.
El próximo 8 de enero, se iniciarán en el Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, los actos de reivindicación democrática, información sobre la dictadura franquista y de lucha contra la desinformación y los bulos reaccionarios, que tendrán lugar durante todo el año, propiciados por el gobierno de España y coincidentes con los cincuenta del fin de la dictadura franquista. Con el rechazo de la impresentable derecha española, heredera directa y abogada incansable de la sangrienta dictadura, se pretende, además del reconocimiento y homenaje a los y las luchadoras por la libertad durante la larga dictadura, una profunda labor explicativa de lo que significó, fue y conllevó para este país el oscuro túnel del franquismo, además de recuperar la verdad y enfrentar con ella la ofensiva fascista que intenta el reconocimiento y recuperación, además del blanqueamiento y valoración del totalitarismo franquista y sus crímenes.
Actualmente inunda las redes sociales y no pocas desavisadas mentes un discurso reaccionario mendaz, falso y tergiversado sobre el sentido y la realidad de la autocracia que hundió durante cuarenta años a este país en el miedo, el dolor y la indignidad, y se escupe desde muchos medios de comunicación la falacia y la mentira que chorrea, ensucia y apesta el aire desde no pocos departamentos universitarios, aulas de institutos, fundaciones culturales, editoriales, ayuntamientos y comunidades autónomas, juzgados, cuarteles y otros lugares que debieran ser de todos; nidos repletos de manipuladores de la verdad, manoseadores de la evidencia, neonazis, franquistas por herencia, ignorancia o maldad, devotos todos del ordeno, mando e impongo una patria caudillista que, a su pesar, nunca fue una, mucho menos grande y en absoluto libre.
Bienvenida sea, pues, la iniciativa gubernamental en pro de la claridad, la verdad y la limpieza de la historia en este país tan dado a la desmemoria, sobre todo en lo referente a la dictadura franquista y sus rentistas, aunque, para quien estas líneas firma, sea más que discutible la decisión de hacer coincidir esos necesarios actos de explicación y clarificación sobre el infierno de la España franquista, precisamente con el cincuentenario de la muerte del dictador Franco, ya que podría no quedar claro, y efectivamente no parece quedar, la diferencia entre la recuperación de la verdad de lo que fue la dictadura franquista, su historia y su miseria, mediante la comparación con el período posterior, en una suerte de defensa paralela de la llamada ‘Transición’, un pobre espejo ante cualquier atisbo de libertad parece enorme, porque a nadie se le oculta que tanto en la Transición como después y hasta hoy mismo, los rentistas del franquismo, es decir, las cadenas de apellidos dominantes acaparadores de cargos y regalías, el poder decisorio y político de instituciones como la Iglesia Católica, la monarquía borbónica, la judicatura, el ejército o la banca, sin contar con la propiedad y manipulación de medios de comunicación, economía, enseñanza o vivienda, no permiten fijar, ni mucho menos, la fecha de la muerte del dictador con el principio de una democracia real (todavía por llegar).
(Postdata: Cuando, en Salamanca, después de décadas de desvergüenza e incumplimiento de la ley, pudo forzarse a la municipalidad a quitar de los arcos de la plaza mayor un medallón dedicado al dictador Franco, algunas organizaciones de izquierda celebraron en el lugar un acto político para “celebrar” la desaparición de la imagen. Algunos, entre los que se cuenta quien estas líneas firma, se negaron a esa celebración y no por discrepancia ideológica con los organizadores, sino por el convencimiento de que la desaparición de símbolos, marcas y recuerdos a la sanguinaria dictadura no era más que la recuperación de la ‘normalidad’, nada más y nada menos que el cumplimiento de la ley, y que cualquier grito, acto o fiesta por la normalidad, es decir, por el cumplimiento de la ley, era el explícito reconocimiento de que la ley se defiende por la fuerza, lo que en sí mismo deja de ser en absoluto normal).