Recordamos siempre nuestra época de niñez cuando “El Gordo”, que siempre jugaba de portero, era el dueño del balón pero todos lo teníamos en “palmitas. Ya poetizó Jean Giraudoux que “el equipo da a la pelota el motor de once malicias y once imaginaciones”. Por eso, tenía mucha razón Alejandro Scopelli al asegurar que “Entre nosotros, el único que podía jugar sin saber tocarla, era el dueño del balón…”
Dave Sexton nos ilustró: “No permita nunca que los jugadores olviden la importancia de mover la pelota. Considere al equipo como una molécula: una célula completa que comprende once átomos. Las conexiones que enlazan a estos átomos son los pases: cambian constantemente pero siempre ligan a los once átomos separados para que integren una sola molécula. En el momento mismo en que uno de estos pases falla o sale desviado, la molécula se fractura como un todo, aparecen huecos y la estructura se debilita. A menos que se repare el daño con rapidez, la molécula se deshace”. Una manera muy gráfica de explicarnos las interrelaciones de los futbolistas. Siempre el balón de por medio…
Vicente Agraz en su libro “Sistema aposicional. Visión. Espacio. Tiempo”: “El balón se considera parte fundamental de la táctica. Con el balón en nuestras botas debemos ejercer las cuatro potencias más significativas que te dota en el juego. Y, por supuesto, limitar o anular las del contrario. Ellas son: La seguridad. La amenaza. La velocidad. La iniciativa. “ O sea, ese otro tipo de propiedad del balón que es meramente táctica. Y que el balón marca la diferencia entre el fútbol practicado por cada equipo.