En Brasil se está trabajando con una nueva propuesta a la hora de actuar frente a los agresores en los casos de violencia de género, consistente en sustituir la prisión por un programa de terapia conductual en la que se trabaja para transformar los valores patriarcales y la noción de superioridad y dominio de los hombres sobre las mujeres.
Andrea Jiménez Blanco
Defensora de los derechos humanos
La violencia de género lleva formando parte de la sociedad desde hace mucho tiempo y hoy en día constituye uno de los problemas más preocupantes. Desde el movimiento feminista se lleva luchando por erradicarla desde su creación. Sus demandas son conseguir la igualdad entre hombres y mujeres y eliminar los valores patriarcales que constituyen una lacra en nuestra ciudadanía y no permiten alcanzar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Por parte de los gobiernos se interviene también en esta lucha, criminalizando estos comportamientos, pero su castigo no resulta ser efectivo ya que el asesinato de tantas mujeres a manos de sus parejas o exparejas alrededor de todo el mundo sigue estando a la orden del día.
Dentro de la violencia doméstica, la mujer es la principal víctima. Todo ello es fruto de una sociedad que considera a las mujeres como seres inferiores a los hombres colocándolas en una situación de subordinación y con la percepción de que deben estar al servicio del hombre. El problema principal es la dinámica de dominación que existe del hombre hacia la mujer.
Por todo esto, es necesario cambiar el enfoque que se la da a la lucha contra la violencia de género. Una buena política debe partir de entender que la violencia de género se debe a esos valores tan arraigados en la sociedad. Estas creencias son las que generan el ciclo de violencia producido hacia estas mujeres, por tanto es importante entender las dinámicas que operan detrás y los factores estructurales que forman parte de la problemática para poder luchar efectivamente contra ello. También es importante entender las necesidades de las víctimas, que siempre suelen ser las grandes olvidadas a la hora de abordar el delito, saber cuáles son sus demandas y peticiones, ya que muchas veces son diferentes a la sanción penal.
Por ello, es destacable el proyecto que se está llevando a cabo desde Brasil, en el que se está trabajando con una nueva propuesta a la hora de actuar frente a aquellos que han cometido un delito de violencia de género. Este consiste en que los individuos, en lugar de ser encerrados en prisión, llevan a cabo una serie de reuniones en las que se trabaja para transformar los valores patriarcales que tanto tienen asumidos y adquirir una nueva perspectiva acorde con la realidad de hoy en día, ya que los anteriores valores no tienen cabida en una sociedad igualitaria. Está resultando muy beneficioso puesto que se ha visto que la reincidencia ha disminuido en alto grado debido a que, a través de la reflexión, esas creencias que tenían tan arraigadas poco a poco han sido transformadas.
Y es que normalmente el legislador se olvida de que el objetivo de las penas es la resocialización y cada vez se va viendo que la prisión no cumple esa función ya que en la mayoría de los casos es un nido de violencia que lo único que hace es enseñar más de esta y que los presos salgan a la calle y vuelvan a delinquir porque es lo único que han aprendido, además de que no tienen más recursos a los que acudir debido a que no se les ha proporcionado una adecuada reinserción en la sociedad. Por tanto, se centran únicamente en el aumento de las penas fruto del populismo para conseguir los votos de la gente que demandan más severidad y no confían en el sistema, aun sabiendo que con ello no se van a dar los resultados adecuados.
Uno de los problemas más destacados de la intervención tan extensiva del derecho penal en la lucha contra la violencia de género se presenta a la hora de que las mujeres interpongan una denuncia. Muchas veces no quieren hacerlo porque muchas de ellas tienen hijos en común y no quieren que el padre esté en la cárcel; lo único de quieren es que acabe la violencia. Por lo tanto, es importante valorar esta cuestión a la hora de actuar frente a la violencia de género y reducir la cifra negra que caracteriza estos delitos. Por ello, programas como los realizados en Brasil son ideales para evitar esto, ya que los agresores aprenden que las mujeres son seres independientes que no tienen que estar bajo su poder, y se evita la imposición de una pena privativa de libertad pudiendo llegar a establecer una relación cordial sin violencia por el bien de los hijos. Para ello, es muy importante que los agresores reconozcan su responsabilidad y se muestren dispuestos a cambiar la mentalidad.
En España, programas como los PRIA deben tener mucha más importancia y promover su aplicación como medida alternativa a la pena privativa de libertad, ya que la actual política tiene muchos límites a la hora de reducir las cifras de mujeres que sufren este tipo de violencia. En lugar de gastar los recursos económicos en los centros penitenciarios que son origen de más delincuencia es mejor destinar ese dinero a unos buenos programas de tratamiento, efectivos a la hora de rehabilitar a las personas y reinsertarlas en la sociedad.
En conclusión, lo más importante para acabar con este fenómeno es cambiar la mentalidad de los ciudadanos, los roles de género establecidos y eso se debe hacer a través de la educación. Es muy importante concienciar a la población de que las mujeres cada día viven situaciones de discriminación para dejar constancia de la superioridad del hombre frente a la mujer. Por ello, es importante dar valor a la educación en lugar de imponer simplemente un castigo en el que no van a entender realmente porque el comportamiento realizado responde a unas creencias incorrectas que deben ser modificadas.