OPINIóN
Actualizado 21/12/2024 09:49:19
Julio Fernández

Cuando hace unos días el presidente del gobierno -durante su intervención en el acto por el “Día del recuerdo y homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la guerra y la dictadura franquista”- anunció que en 2025, año en el que se cumplen 50 años de la muerte de Franco, habrá más de un centenar de actos en toda España para conmemorar el medio siglo de libertad en nuestro país, algunos dirigentes de la derecha política y mediática más reaccionaria y ultramontana dijeron inmediatamente que no pensaban colaborar en esas celebraciones. Es el caso de la presidenta madrileña, Ayuso, que en un gesto de soberbia y mala educación, manifestó que el presidente del gobierno había “enloquecido” y que esta propuesta de Pedro Sánchez ahonda en el “guerracivilismo”. Algo que no es cierto, dado que lo que se busca no es ni la venganza, ni el odio ni el resentimiento, sino la verdad, la reparación y la justicia para todas las víctimas de la guerra civil y de la dictadura franquista.

Tampoco debería ser una cuestión política, ni de izquierdas ni de derechas, sino una repulsa generalizada por todos los sectores sociales y políticos que comparten los principios e ideales de un Estado Social y Democrático de Derecho; porque, en buena lógica, cualquier formación política democrática con unos ideales sólidos, sensatos y coherentes, debería situarse en frente y no al lado de los sistemas políticos autoritarios y totalitarios. Si el franquismo fue un régimen político autoritario, represor, asesino y torturador, sólo partidos políticos ultras y marginales podrían compartir sus idearios, estrategias, ejecuciones y métodos de tortura empleados por el mismo y, el resto de formaciones, prácticamente todo el arco parlamentario, condenar aquéllas prácticas y aquél tiempo, incluir aquéllos horrores en las diferentes asignaturas de los planes educativos de colegios e institutos: en la primaria, en la secundaria y en el bachillerato, además de configurar másteres y doctorados después de los grados universitarios correspondientes y cursos de especialización sobre la materia y habilitar espacios para crear museos de la memoria con recuerdos de la barbarie, testimonios orales, fotográficos y audiovisuales; pedagogía, en general, para que aquéllos horrores no se vuelvan jamás a cometer; como se ha hecho en los enclaves de los antiguos campos de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau o Mauthausen. Ver las toneladas de pelo de los judíos –a quienes rasuraban antes de introducirlos en las cámaras de gas-, sus miles de objetos personales incautados, la botas con los cordones atados de niños y niñas judías, en el museo de Auschwitz, produce un escalofrío tan intenso que paraliza a todo ser humano que se encuentre en sus cabales.

Cierto es que en España y con el transcurso de los años, se han ido conociendo a “grosso modo” las ejecuciones y asesinatos extrajudiciales de republicanos, tanto en la guerra civil como en la larguísima dictadura franquista, las torturas y malos tratos en las cárceles y campos de concentración, la sustracción de niños de presas republicanas para entregarlos en adopción a familias adineradas adeptas al Régimen y la muerte civil que sufrían los familiares de los directamente ejecutados o torturados (esposas, padres e hijos de los represaliados): que una viuda de un fusilado, además de quedarse con 5, 6, 7 o más hijos huérfanos, fuera prácticamente señalada, aislada y vituperada por las autoridades del régimen franquista y los hijos discriminados por su origen familiar, son hechos tan graves y miserables que no recordarlos y no dignificar a esas personas con la llegada del sistema democrático, es una de las mayores traiciones que se pueden hacer a los seres humanos que lo sufrieron y a sus herederos.

Pero tampoco es menos cierto que, aparte de la represión generalizada hacia personas próximas a partidos republicanos y de izquierdas e incluso por condición personal y orientación sexual –como fue la dura represión de los homosexuales por la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes que consideró a los mismos, a partir de la reforma de la Ley de Vagos, en 1954, como estado peligroso- existieron miles de sucesos que, a simple vista, pasaban desapercibidos, pero que no eran más que la manifestación de un Régimen político abominable.

Me comentaba un conocido hace unos días en estas tardes de café de invierno, una anécdota curiosa que desconocía: corría el año 1969 y este conocido estudiaba primer curso de Derecho en la Facultad de Derecho de nuestra universidad salmantina. Un buen día asistió a una conferencia que impartía Fraga Iribarne, por entonces ministro de Información y Turismo de la dictadura franquista. La conferencia versaba sobre “el centro político en los países europeos”, defendiendo el conferenciante que los partidos políticos que se aproximan al centro son los que triunfan en democracia. Cuando finalizó la conferencia y se abrió e turno de preguntas, este conocido, preguntó que, dado que en España no existían formaciones políticas de izquierda legalizadas, no podía conocerse en la práctica lo que Fraga Iribarne demandaba y qué opinaba sobre ello. Para contestar, Fraga se levantó enérgico de su asiento y con la mirada desafiante y apuntando con el dedo acusador al alumno que preguntó, le dijo lo siguiente, a voces: “la mejor prueba de que la izquierda existe, es usted”. No dijo nada más y se sentó y un sepulcral silencio presidió el aula. Creo que sobra cualquier tipo de comentario adicional.

Lo realmente sorprendente de todo esto es la hipocresía que practican algunos líderes políticos en activo. Ayuso, en enero de este 2024 visitó Auschwitz, coincidiendo con el aniversario de la liberación del campo (liberado por el entonces ejército soviético, hay que recordárselo a esta señora) y allí pronunció un breve discurso condenado la masacre nazi sobre los judíos y el resto de personas asesinadas y torturadas en estos diabólicos enclaves. ¿Por qué fue Ayuso a hacerse la foto en Auschwitz y, en cambio, no condena los gravísimos crímenes del franquismo, alardeando, además, que no va a participar en los más de 100 homenajes que se van a hacer a todos los represaliados por este régimen asesino, en 2025, cuando sabemos que las autoridades franquistas y las del Tercer Reich eran íntimos amigos y colaboradores? ¿Por qué Ayuso no hace una rueda de prensa en alguno de los enclaves de los casi 300 campos de concentración que hubo en el franquismo donde también se asesinó y torturó a los allí concentrados?, ¿alguien imagina a Ayuso en pleno Cuelgamuros –antes Valle de los Caídos- decir que el franquismo torturó allí y que esto debe condenarse y dignificar a los presos trabajadores que allí perdieron su vida y que fueron vilmente mancillados? Y, desde luego, la pregunta del millón que hay que hacer es la siguiente: ¿por qué muchos líderes de la derecha política que fundó Fraga Iribarne no han condenado, sin paliativos, el franquismo tal como han hecho con el nazismo alemán y el fascismo italiano los partidos conservadores moderados del resto de países de Europa?

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