Cuando un hombre tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo.
FRIEDRICH NIETZSCHE
Dios no ha venido a suprimir el sufrimiento. Ni siquiera ha venido a explicarlo. Él ha venido a llenarlo con su presencia.
PAUL CLAUDEL
El dolor y el sufrimiento siempre nos inquieta, un 11 de diciembre, hace ya nueve años, acompañábamos a mi madre en cuidados paliativos en el hospital Los Montalvos en el final de su vida después de una dolorosa enfermedad. Cada época tiene sus momentos de felicidad, pero también sufrimiento, y siempre ha sido un problema que nos pone a prueba. Es una realidad que nos llega, no podemos camuflarla ni ocultarla se impone a nuestra existencia y nos acompañó desde el origen de la humanidad. La experiencia vital de cualquier persona conlleva el contacto con el sufrimiento y la muerte.
Todos sufrimos enfermedades y sufrimientos físicos, pero también morales como la soledad, desengaños, traiciones, pérdida de seres queridos, perdida del trabajo, preocupación económica y desesperanzas. En los momentos límites, podemos tener más preguntas que respuestas y quedar atrapados en el pozo del sufrimiento. Las preguntas por el sentido no se plantean para ser respondidas, ellas nos revelan la condición humana.
Pensar el sufrimiento es ante todo hacerse solidario con el que está sufriendo y pensar en la cura, pensar en la justicia, pensar en la urgencia del cuidado. Cuando alguien sufre y enferma mortalmente y muere, pienso en mi propia muerte. Esta realidad me interroga sobre el sentido del sufrimiento y de la muerte, y sobre el sentido de la vida misma. El carácter excesivo del sufrimiento puede plantear cuestiones que superan la filosofía y la ética y alcanzan una dimensión religiosa, eso que el pensamiento contemporáneo ha llamado el exceso del mal.
Puede que iniciemos un camino y volvamos con las manos vacías, es posible que con nuestra racionalidad no podamos dominar el sufrimiento, como tampoco la muerte. El sufrimiento puede que nos haga más humanos, o más espirituales, o nos puede romper en mil pedazos. El sufrimiento es un misterio y ante el misterio siempre hay más preguntas que respuestas, sólo podemos aproximarnos tanto si es propio como ajeno, pero sin perder el amor y la esperanza, estrellas que iluminan en las noches más oscuras.
Vivir, comenta Viktor Frankl, es asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea y, cumplir con las obligaciones que la vida nos asigna a cada uno de nosotros en cada momento. Somos seres potencialmente resilientes, capaces de resistir a la destrucción y capaces de reconstruir sobre circunstancias adversas.
La realidad de la vida humana es limitada y vulnerable, expuesta siempre al sufrimiento, amenazada constantemente por la enfermedad, la desgracia o la muerte. Muchos sufrimientos son consecuencia de la limitación de nuestra naturaleza humana, otros pueden ser provocados por desastres naturales, y otros muchos por el mal uso de nuestra libertad. El sufrimiento está grabado en el corazón de la naturaleza humana, a veces amplificado por nuestros egoísmos e indiferencias.
Max Scheler distinguía entre el dolor y sufrimiento, el primero hace referencia al campo sensorial, al cuerpo, mientras que el sufrimiento hace referencia a lo psicológico y emocional. Superado cierto grado de intensidad y duración el dolor se convierte en sufrimiento. Esencial en el sufrimiento es la experiencia del aislamiento, la alienación, la falta de conexión con una comunidad más amplia, con la trascendencia, con las relaciones de amor.
Puede haber sufrimientos intensos e inesperados que cuando se prolongan por mucho tiempo pueden consumir nuestro ser y destruir nuestra alegría de vivir. Ante esta realidad cada hombre o mujer se revela como verdaderamente es. No todos asumen la misma actitud. Hay distintas formas de afrontarlos. Desde la postura de rebeldía desesperada, amargura y depresión; o bien, la de aquellos que lo aceptan y asumen con entereza, como experiencia que enriquece y culmina el camino de su existencia. El dolor y el sufrimiento desnudan y descubren las profundidades de cada persona.
Nadie queremos el sufrimiento y menos glorificarlo. A pesar del miedo y el dolor forma parte de nuestra naturaleza, recordamos el grito de Job que describe de cerca lo que está viviendo: “Lo que más temía me sucede, lo que más me aterraba me acontece: vivo sin paz, sin calma, sin descanso, en puro sobresalto”. El grito de Job corresponde al modo de expresarse de los desvalidos de todos los tiempos. No es fácil manejar el dolor, pero cuando nos situamos con lucidez ante el sufrimiento no es raro que nos rompamos, gritemos y nos lamentemos.
El sufrimiento siempre tiene algo que decirnos, nos madura y nos hace más humanos. Pero también, nos enseña a tener actitudes distintas para mirar y abordar la existencia. Es fuente de conocimiento, abre perspectivas cognitivas sobre la persona, los demás y las relaciones entre ellos. La vida humana en el sufrimiento ofrece también espacios para el crecimiento y permite descubrir valores existenciales desconocidos. El sufrimiento pertenece a la transcendencia del ser humano, en cierto sentido destinado a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo. El sentido de la vida no se juega en la cantidad de los años que vivimos, sino en la autenticidad con que vivimos. Amo, luego existo. Ni el sufrimiento, ni la muerte tienen la última palabra, sino la vida.