“En lo futuro, veo ancho campo para investigaciones mucho más importantes. (…) Y se arrojará mucha luz sobre el origen del hombre y sobre su historia”. CHARLES DARWIN, El origen de las especies, XV (Esta referencia al origen del hombre, entre otras muchas, fue suprimida por su traductor en la primera edición alemana de 1860).
Hace más de ciento cincuenta años, se publicó una de las obras más importantes en la historia de la Humanidad: El origen de las especies, de Charles Darwin, a partir de la cual el conocimiento universal sobre el ser humano, su naturaleza, su origen y su evolución, avanzó con pasos gigantes abriendo puertas al desarrollo posterior de la Biología, la Genética, la Medicina y otras ciencias, y proyectó y provocó planteamientos filosóficos, sociales y culturales que generaron y generan obras, corrientes intelectuales y estudios en el mundo entero cuestionando, iluminando y aclarando, enriqueciendo y superando el conocimiento de los seres humanos sobre nosotros mismos. La evolución de las especies por selección natural que Darwin enunció con su obra, interesadamente abaratada luego como “teoría de la evolución” para intentar despojarla de su certeza y su trascendencia, recibió en su tiempo, como todos los avances del conocimiento y casi cualquier descubrimiento científico, la frontal oposición de los dogmáticos religiosos y las iglesias triunfantes, temerosos de perder el poder que sus fábulas de dioses y demonios les procuraban en un mundo de ignorancia y desconocimiento, erial propicio para sus enjuagues sacramentales.
La reacción y el fascismo, la manipulación de conciencias y el amedrentamiento que conlleva, los caudillismos, las dictaduras de todo el mundo y la mentira de los ismos religiosos, siguieron y siguen despreciando la certeza científica del más importante hallazgo de la historia, la evolución por selección natural, una explicación de nuestra presencia en el universo que fulmina la necesidad de los dioses, diseñadores y espectros tan caros al oscurantismo religioso y la reacción política, pero que desde su enunciación ha entregado a la humanidad las riendas de su propio destino. Durante siglos, El origen de las especies estuvo prohibido por la Iglesia (y, consecuentemente, por muchos gobernantes clericalizados en todo el mundo, siendo luego permitido y editado trabajosa y lentamente con grandes y graves censuras. Hoy día, el libro de Darwin, y muchísimas obras relacionadas con él, son prohibidas, ocultadas, censuradas y manipuladas en centros de enseñanza, universidades y bibliotecas de muchos países, desaparecida en los atrios y los templos y explicada aún como curiosidad, opinión o jocosa conjetura frente a “certezas” bíblicas, evangélicas y dogmáticas como el creacionismo, el diseño inteligente de la vida o el determinismo religioso.
No es de extrañar, pues, que en la patria de Torquemada, de Franco, sus palios y de sus esbirros, en la tierra en que se impuso por las armas ‘la gracia de Dios’ y ardieron las hogueras inquisitoriales y sufrimos el empacho de sotanas, mitras, báculos y escapularios, en pleno siglo XXI, año 2024, en el Senado español se haya celebrado estos días, autorizado por la reacción política local, uno de los actos más vergonzosamente cutre, vetusto y trasnochado, una suerte de akelarre/auto de fe/cónclave/ritual con presencia de los principales representantes y voceros del fascismo, el autoritarismo y el caudillismo político-religioso de varios países, que con la excusa de la oposición al derecho al aborto, han utilizado expresiones insultantes y apelaciones medievales y anatemas milenarios contra la libertad de pensamiento y contra la Ciencia en forma de jaculatorias y admoniciones, cuando no amenazas, para negar otra vez ya no solo la certeza científica de la evolución de las especies por selección natural, sino la idea profunda que floreció a partir de Darwin, es decir, el avance en el pensamiento libre, la libertad de elección, la superación del sexismo, la igualdad de los sexos, la negación del determinismo religioso o la diversidad social en todos sus aspectos.
Contra el aborto, contra el feminismo, contra los derechos humanos elementales, contra la eutanasia, contra la certeza científica, contra la homosexualidad, contra el laicismo, contra la diversidad de pensamiento, contra la pluralidad en familia, en relaciones, en convivencias… Negando la educación sexual para niños, niñas y adolescentes; negando la soberanía sobre el propio cuerpo y la propia voluntad de ser, o no ser, madres; mujeres a la cocina, a la obediencia, a la reproducción… Todas las negaciones a la libertad y a la inteligencia se han dado cita en el Auto de Fe en el Senado español. Las intervenciones en la tribuna de la madrileña calle de Bailén, en esa cumbre de la autodenominada Red Política de Valores, un verdadero vórtice de la ignorancia, más que el escalofrío de la amenaza fascista (que también), mueven a la vergüenza ajena (y propia, este es también mi país), provocan la desesperanza, la tristeza de saber que el paso de los años, los avances científicos y de pensamiento, la progresiva, aunque lenta, eliminación del clasismo y la incultura, la libertad de expresión y la diversidad democrática de opción, son negados y amenazados todavía por oscuros gurús del miedo y la imposición, la mayoría con magros sueldos públicos que, tristemente, van aumentando sus apoyos electorales a base de la mentira más cruda e impune y de la siembra del temor en el campo de la incultura, y que más pronto que tarde, impondrán sus dogmas y amenazas, y escribirán esa suerte de cuento infantil de la negación y la oscuridad llamado creacionismo, en el texto de leyes y decretos.