No soy el primero y seguramente no seré el último en escandalizarse por los aplausos y ovaciones recibidas por los ex presidentes andaluces José Antonio Griñán y Manuel Chaves en el congreso del PSOE de Sevilla. Fueron especiales invitados al evento y la calurosa recepción se debió a haber sido condenados por prevaricación y malversación de fondos el primero y prevaricación el segundo, aunque luego el Tribunal Supremo les levantara las penas.
No hay mayor indignidad que jalear a quienes tenían responsabilidad en la evaporación de 680 millones de los ERES, aunque luego las triquiñuelas jurídicas dijesen digo donde antes dijeron Diego. Hasta ahí ha caído el que otrora fuese un partido de gobierno, amante de la legalidad y la justicia.
Ya que el congreso se celebraba en Sevilla, podrían haber sido invitados al mismo Felipe González y Alfonso Guerra, quienes representaron los mejores años del socialismo español, aquéllos en los que se modernizó el país y se profundizó la democracia. Pero no fue así, porque ambos líderes históricos, firmes en sus convicciones, son considerados hoy día por el sanchismo imperante como pertenecientes a la fachoesfera, es decir, al pensamiento conservador y reaccionario contra el que lucha el actual partido socialista.
La prueba de la querencia de los congresistas por los imputados la tenemos también en la ovación recibida por Begoña Gómez, la mujer de Pedro Sánchez, acusada de varios delitos. Ambos acontecimientos rebajan el nivel del máximo órgano socialista a la altura de una reunión de malandrines, sin querer exagerar un ápice ni poner en duda la integridad moral de algunos de sus componentes. Y no se me diga que la existencias de voces críticas como la de Emiliano García Page, sirven para blanquear un partido que no es ni sombra de lo que fue.