OPINIóN
Actualizado 03/12/2024 11:13:37
Charo Alonso

Toma el lapicero afilado la Poeta y se dispone a anotar el original tras una atenta lectura sobre la mesa que se expande como el corazón que nos alimenta. Iniciamos las fiestas en las que trazamos el mantel de corazón a corazón, llenando platos y copas de afecto sostenido, una sola nota de luz en las calles oscuras del inicio del Adviento. Y tiene la espera lista de compras, buenos deseos, papel de regalo que se apresta a sonar oculto en lo más profundo del armario donde mi madre guarda la memoria de un humilde nacimiento.

Toma la Poeta el lápiz de su talento y mientras, los demás apuramos la taza, el pequeño vaso en el que anida la gota dulce del aguardiente de hierbas para el que no conduce. Luego vendrá el cansancio de comidas y cenas de celebración jubilosa, el estrépito de la lotería que se comparte y no toca, la lista de presentes que nunca se acaba, pero aún hoy nada nos cansa. Son los tiempos del inicio de una navidad que nos recuerda, año tras año, el conjuro de la luz que ya nos falta. Son los tiempos de una fiesta agotadora que acaba hastiándonos mientras los niños se suben por las paredes de la casa, hartos de que, desde noviembre, se anuncie la buena nueva de las vacaciones y el regalo. Sin embargo, qué dulce es esta decoración navideña recién colocada, esta mesa tendida como un corazón entre nosotros donde se habla de poesía y aparece, como un presente más, el lápiz y el recuerdo prodigioso del don de la escritura.

Y es en la anécdota jugosa donde la Poeta y su dulce compañía, recuerdan el viaje a Moguer de todos los veranos, cuando son los pájaros del verso quienes hacen el viaje a la inversa y bajan al Sur de las letras de Juan Ramón Jiménez y de aquella Zenobia Campubrí que cubría sus pies de fundas de algodón para que sus pasos no molestasen la sensibilidad exacerbada del Maestro. Y cual burrito que hoza en la hierba de todos los poemas, el recuerdo de su genio y sus manías nos hace reír en torno a la mesa, la mesa del encuentro, la mesa en la que resuenan las copas su himno a la alegría compartida. Y con ese rumor de espumas del sur, tan lejano y tan presente, nos cuentan que en los originales del Poeta lucía, también en lápiz afilado y certero, una extraña sigla MPS junto al verso corregido y vuelto a corregir: Meditado para siempre.

Y entonces se hace el silencio en torno a las copas y tazas vacías. Afuera, en la tarde que acabará oscureciéndose tan pronto, se tiende el vuelo en la sábana de cielo del balcón del poeta anfitrión. Y de nuevo se mueve sobre la página en blanco como el mantel, el lápiz con su grafito sedimento de todos los mares… y sonreímos saboreando ese definitivo “meditado para siempre”. Es el goce de compartir lo que tenemos.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Camino de perfección