Que el presidente Sánchez está viviendo un mal momento es algo que está en boca de todos, propios y extraños. La obra que él mismo levantó le está hundiendo en el fango que tanto adjudica a la oposición. Por momentos, el agua le llega al cuello y es que la verdad, esa cualidad con la que está reñido, comienza a quitarle el sueño.
Una persona que califica la mentira como “cambio de opinión” es alguien que está peleado con la realidad. De ahí que vea normal apoyarse en los que odian a España o desean su destrucción para, a continuación, creer que está gobernando por haber ganado las elecciones. En este desbarajuste se puede comprender que un ególatra busque antes su propia salvación que el bienestar de los demás. Lo que ya no es de recibo es que haya partidos que admitan su desintegración para salvar el pellejo de un personaje tan problemático.
Sería lógico pensar que, si Sánchez abandona algún día La Moncloa, arrastrará en su caída tanto a su propio partido como a los que le han sostenido. Ahora bien, si la derecha piensa que puede gobernar concediendo nuevas prebendas a los independentistas, volverá a darse de bruces con la realidad. En primer lugar, porque sería una traición mayor; en segundo lugar, porque llegará el momento que no haya fondos para seguir satisfaciendo a los chantajistas; y si todo lo anterior no fuera suficiente, no debemos olvidar que la actual Ley Electoral nació con lagunas que pretenden rellenar aquellos que consiguieron disponer de unos votos con más peso que los demás.
A este paso, se irá cuando le convenga porque le ha cogido el truco a esta sociedad dividida en dos bandos. Está completando el entramado. Ya ha colonizado las instituciones y, si sufre una más que posible disminución de votos, se apoyará en ellas y en los medios de comunicación. Aplicando la ley del embudo, ahora se entiende mejor porqué era tan grave la corrupción que sirvió para desbancar a Rajoy, y no lo es el penoso espectáculo que está dando este gobierno.
Lo particular de este pueblo está en hechos que hacen difícil esperar que acabe “cayéndose del caballo”. De lo contrario no habría olvidado que su presidente copió su tesis doctoral; que la esposa -por aquello: cuando dos duermen en el mismo colchón…- repitió la jugada auto concediéndose titulación universitaria y aprovechándose de su parentesco para hacer negocios nada claros; que su hermano esté a punto de subir a los altares por haber acreditado el don de bilocación; que varios ministros estén, al parecer, implicados en la venta a comisión de mascarillas defectuosas, acompañados por un guardaespaldas visitador de los sobrecogedores; que “su” Fiscal General resulte imputado por posible revelación de secretos; que, como es costumbre, se abandone a los ciudadanos castigados por las recientes tragedias, desligándose de cualquier responsabilidad y, de paso, prometer el oro y el moro, pero tapándose los oídos cuando los afectados se quejan de que ha pasado ya un mes y siguen sin ser socorridos. Para este gobierno, y sus ayudantes, todo es pecata minuta Los valencianos se acuerdan de que, hace ya tres años, vendió la misma burra a los habitantes de La Palma y siguen esperando.
Los socios de gobierno “ayudan” a Sánchez a base de proponer medidas cargadas de “ecologismo en vena”. Los “Sumandos” creen que los valencianos que soliciten una subvención para adquirir nuevo coche deberán optar por uno eléctrico. La izquierda pata negra, siempre con el de abajo. La jugada es perfecta. La cantidad aportada por las arcas del Estado será recuperada por vía de impuestos. Es el llamado Maná de Sánchez.
Son tantos los compromisos adquiridos que los fondos disponibles –por cierto, no estaría de más que un doctorado en Economía pormenorizara su exacta distribución- se hacen insuficientes para poder cumplir la palabra fada. Eso sería suficiente en cualquier democracia occidental para sacar al presidente por la vía rápida. Aquí, no, por dos razones: porque muchos ciudadanos no acaban de asimilar lo que es una verdadera democracia, y porque Sánchez –que sí lo sabe- ha encontrado la fórmula de bordear la Constitución a base de apoyarse justamente en los partidos que no la respetan.
Una última “jugada” del sanedrín monclovita viene a confirmar lo que era un secreto a voces. Sánchez no está dispuesto a tolerar que Isabel Díaz Ayuso haya hecho de la Comunidad de Madrid un ejemplo a seguir. Hay que buscar algún trapo sucio. Ante ese requerimiento, todos los súbditos quieren apuntarse el tanto de facilitar al puto amo munición suficiente para contrarrestar el liderato de la inquilina de la Casa Real de Correos en la Puerta del Sol. Según el socialista Lobato, desde La Moncloa se le remitió copia de un correo en el que el abogado del que hoy es pareja de Ayuso –que en el momento de los hechos no lo era- reconocía haber cometido dos delitos contra la Hacienda Pública. Forzosamente el documento salió de un organismo estatal. Según Lobato, el documento llegó a su poder antes de que saliera a los medios. Como no se fiaba de sus “facilitadores de trapos sucios”, acudió a una notaría para ponerlo de manifiesto. Ese detalle le ha costado el puesto.
A pesar de tanto contratiempo, que nadie dé por derrotado a Sánchez. Se ha llevado todo su arsenal al Congreso de Sevilla para que sus compañeras y compañeros sepan que todo va a seguir igual, que la nómina seguirá llegando a final de mes siempre que el rebaño no se desmande. Volveremos a las votaciones a la búlgara y a los aplausos dirigidos desde la organizada claque. Cara a los medios de comunicación, se regarán los discursos de logros obtenidos y de promesas –otra vez el Maná- que se lleva el viento, y ¡A presumir de progresismo y democracia! Aunque aumente cada año el número de españoles que carecen de lo indispensable. Eso se debe a que hay españoles que no acaban de entender este “progresismo”.