Aquella era una sana costumbre. Si alguien te ofendía le lanzabas el guante y si lo recogía pues te enfrentabas a él en un “honrable” duelo a espada, sable y más tarde a pistola. El desafío podía ser a muerte o a primera sangre según la gravedad de la ofensa.
España en el siglo XV era considerada la cuna del duelo y lo hizo muy popular en toda Europa durante los siglos XVI y XVII siempre que se producían acaloradas discusiones o alguien entendía ofendido su honor. Jacinto Benavente solía decir que “El honor no se gana en un día para que en un día pueda perderse. Quien en una hora puede dejar de ser honrado, es que no lo fue nunca”. Palabras de enorme actualidad.
El código de estos enfrentamientos era muy estricto porque se entendía que el desagravio de las ofensas recibidas no podía quedar en manos del destino sino en la destreza de los duelistas, que por lo general eran caballeros, aunque hoy seguro que no habría problema para incluir también a las mujeres. Cada duelista acudía acompañado de un par de padrinos o testigos que acordaban el lugar, inspeccionaban las armas y daban fe de que se respetaban las reglas. Después, en caso de muerte de su apadrinado, se hacían cargo del cuerpo. Tenía lugar generalmente al amanecer y en lugares apartados. Por último, un noble nunca podía batirse con un plebeyo porque estos últimos se entendía que no tenían honor.
Durante el siglo XIX hubo importantes duelos. Uno de los más conocidos fue el Duelo de Carabanchel que tuvo una gran resonancia en la prensa española y europea. Fue un enfrentamiento a pistola que tuvo lugar en dicho barrio de Madrid en marzo de 1860. Los duelistas fueron Antonio de Orleans, duque de Montpensier e hijo menor del Rey de Francia Luis Felipe I, y Enrique de Borbón, duque de Sevilla, primo y cuñado de Isabel II. Tras aquel acontecimiento el primero perdió sus opciones a reinar en España (estaban penados por la ley) y la corona paso a manos de Amadeo de Saboya tras ser derrocada su prima. Pero el duque de Sevilla salió peor parado porque perdió la vida.
Otro duelo sonado recién entrado el siglo XX, en 1904, fue el de Rafael de León y Primo de Rivera, tercer marqués de Pickman, con el capitán de la Guardia Civil, Vicente Paredes. Tuvo lugar en la Hacienda del Rosario, a poco más de cuatro kilómetros de Sevilla y fue por una cuestión de celos. El resultado fue la muerte del marqués con apenas 35años.
Todo esto ya es Historia. Hoy los duelos no son con espadas, sables o pistolas y no se celebran en lugares apartados. Hoy los duelos son verbales y judiciales, se celebran en las redes, los medios de comunicación, el Congreso, El Senado y los Tribunales, sobre todo en los Tribunales. Hoy no se arroja un guante, se arrojan mentiras, bulos, insultos, en una palabra ¡mierda!, y se dan tanto a nivel nacional como autonómico y local.
El PSOE se enfrenta al PP para gobernar el país, Junts per-Catalunya (Junts) desafía a Ezquerra Republicana para liderar el independentismo, mientras Podemos, compite con SUMAR para obtener un minuto de gloria y Vox, bueno Vox, rivaliza con todo el mundo.
No hay debate todo son insultos, malas formas y mucha rencilla personal. No hay debate político, por la sencilla razón de que no hay políticos, al menos lo que yo entiendo por tales. No se lanzas guantes se le arrojan basura, corrupción y sobre todo denuncias en los juzgados. Yo creo que hay más juzgados, abogados y jueces dedicados a resolver las mutuas denuncias entre partidos políticos que en atender las demandas de los ciudadanos y hay más periodistas consagrados a investigar corrupciones, irregularidades o comportamiento poco éticos de políticos y gentes del famoseo, que en aportar información objetiva y veraz desde los medios de comunicación.
Ni hay altura política ni hay piedad, sólo palabrería barata, por eso digo que aquellos duelos de antaño eran menos cruentos y tenían menos efectos colaterales que los que tienen lugar en nuestros días que siempre terminan por afectarnos de un modo u otro a todos los ciudadanos.
¿Se imaginan un duelo a pistola entre Núñez Feijóo y Pedro Sánchez o entre Carles Puigdemont y Gabriel Rufián, entre Ione Belarra y Yolanda Díaz o entre Arnaldo Otegi y Santiago Abascal? ¡Yo daría algo por verlo! Aunque propondría que fueran sólo a primera sangre que ya somos una sociedad avanzada. Eso de recoger el guante no debió pasar de moda.
Jean Jacques Rousseau escribió "Los temores, las sospechas, la frialdad, la reserva, el odio, la traición se esconden frecuentemente bajo ese velo uniforme y pérfido de la cortesía." El problema es que todas y todos nuestros dirigentes políticos han perdido también la cortesía y se nos muestran tal como son. Egoístas.