Poco importan los años de entrega, de trabajo duro, de los múltiples beneficios que hayas generado a la empresa
A veces te dicen, con mucha ligereza: tienes que volver a empezar, sal de tu zona de confort, y cada vez que oigo esa expresión se me eriza el vello, ¿cuál es la zona de confort en un mundo que no nos brinda más seguridad que la del paso que estás dando y no del que vas a dar a continuación? Tú sabes hacia donde te diriges, sabes hacia donde quieres ir, pero eso no impide que el camino cambie y tengas que modificar la dirección cuando tu presente, está dirigido por terceros.
Antes, nuestros padres y madres sabían bien cuál era la dirección correcta, la seguridad, era algo que parecía inherente al hecho de tener un trabajo: yo estoy fijo, tengo contrato indefinido. Hoy, eso no vale nada, no da seguridad, no ofrece garantías de nada. Pero no lo sabes hasta que un día te dicen: estás despedido.
Poco importan los años de entrega, de trabajo duro, de los múltiples beneficios que hayas generado a la empresa, de esa plusvalía invisible pero contante y sonante en las arcas de las empresas. Te despiden porque pueden hacerlo, no porque haya un hecho objetivo que lo justifique y ahí te ves tú, con más de 50 años, cuándo ya creías tener la vida resuelta, teniendo que reinventarte para volver a empezar.
Las cosas cambian de un día para otro, de la seguridad de tu trabajo y de tu sueldo mensual a la incertidumbre de cómo vas a seguir adelante. Las dificultades son muchas, las presiones también y la situación personal puede hacer que tu destino cambie radicalmente en cuestión de meses, los que tardes en agotar tus ahorros y esas prestaciones por desempleo que jamás creíste que llegarías a cobrar, al fin y al cabo, tenías un contrato indefinido.
Si tienes personas que dependen de ti, te toca callar y aguantar, porque cambiamos derechos por platos de comida, dignidad por facturas de la luz, orgullo por el alquiler o la hipoteca … y dejamos que un vacío rabioso nos vaya arrancando el alma a pedazos que tragamos con sangre y humillación, para sacar adelante a nuestras familias.
Si estás solo, la cosa es diferente. No más fácil, pero sí diferente.
Tienes la opción de buscar otro trabajo para volver a darle a una empresa las riendas de tu vida o cogerlas tú mismo y dar un salto de fe, dejando a un lado la seguridad, mentirosa, que ya tuviste una vez. Dar un paso al frente y avanzar por un camino que sabes que son arenas movedizas e intentar cruzar al otro lado buscando un lugar firme por el que caminar.
Tienes que dejar de ser el que has sido hasta ahora para lanzarte a una aventura desconocida que no sabes cómo va a salir. Enfrentarte a lo desconocido y, a pesar del miedo, no dejar que te paralice y reinventarte, por pura necesidad, con la convicción de que sabes hacer bien tu trabajo, de que son muchos años los que te avalan para creer en ti y porque sabes, que las cosas bien hechas tienen premio, no en vano, Volver a empezar, fue la primera película española en recibir un Oscar.
Luis Miguel Fonseca García