El pasado sábado, cuatro ciudades capitales de cuatro CCAA tuvieron una significativa gran manifestación por motivos absolutamente distintos. De tal modo que si un imaginario visitante hubiera estado en esas cuatro capitales españolas ese día, hubiera dudado mucho de que esas cuatro Comunidades pertenecían a un mismo país.
El sábado 23, hubo una gran manifestación en Bilbao que recorrió la calle Autonomía bajo el lema “Somos una nación” (y algunos gritos de independencia). Cuando leí la noticia en la prensa tengo que reconocer que me asombró mucho esa convocatoria; no podía comprender qué aspecto del presente había hecho traer esa temática tan lejana a este otoño tan inestable políticamente en todo el mundo.
En Barcelona, el mismo día, salió también una gran manifestación a la calle bajo el deseo colectivo de que bajen los precios de los alquileres. Lo único llamativo del hecho no fue no el tema, que comparte la mayor parte de España, sino que se diera ese día aisladamente en Barcelona.
El mismo día, en la ciudad de Valencia otra gran manifestación salió a la calle pidiendo ( nuevamente) la dimisión del Presidente de la Generalitat, por su mala gestión durante la DANA, y la del Consejero de Educación, pues tres semanas más tarde aún numerosos centros escolares siguen cerrados al no haberse limpiado y subsanado los espacios para las actividades docentes. Esta manifestación de Valencia es totalmente coherente con un problema importante aún no resuelto, las consecuencias de la DANA, como opina una gran mayoría de valencianos.
En Madrid, finalmente, ese mismo día salió a la calle otra significativa y numerosa manifestación, en la que se pedían responsabilidades políticas por la muerte, durante el Covid19 de 7291 ancianos en las Residencias de Madrid, entre marzo y abril de 2020.
Un tema trágico y puntual, que ha convocado y sigue convocando protestas y manifestaciones desde ese año.
Por encima de las cuatro manifestaciones públicas, el mismo día en esas cuatro capitales españolas, se puede observar, además de la falta de homogeneidad en las preocupaciones de las distintas Autonomías, un síntoma de ausencia de un fuerte sentimiento de unidad de los ciudadanos españoles que nos haga sentir como nuestro cualquier problema significativo de cualquier región o Autonomía.
No como si aún fuéramos los reinos de Taifas, de triste memoria. Con esa división en las cabezas y en las economías de cada CCAA, España no puede progresar.