Conjuramos los días oscuros con la luz navideña y la vela que guarda el corazón para los ausentes de la mesa ahí en el rincón del mantel que queda vacío, hueco en el sillón que guarda huella. Y lo hacemos a lo grande, llenando de colores las calles, de chuchería las mesas y de regalos a los niños que no necesitan nada más que un par de piedras y un palo y salir a la calle a pescar sabañones. Estamos ahítos de color y sabor navideño incluso antes de haber probado la luz de los neones, el azúcar de todos los postres, y ese cansancio se une a la luz que mengua, el frío que llega, el regalo que cansa comprar porque no encuentra uno el amoroso reflejo del otro que debería envolver el amor y ponerle lazo…
Son días sin sol que, sin embargo, guardan la mañana envuelta en niebla y hallazgos de amanecer. Los hombres mayores que se juntan para jugar a la calva en el parque quieto en el que los niños siguen subiendo la escala del color. Las mujeres que se aprestan los sábados a ir a la peluquería mientras los muchachos que cortan el pelo barren un suelo que quedó lleno de tenues restos de cabezas rapadas. Ahora las barberías se dedican a dibujar olas en los cráneos casi rapados y mi paseo rápido por las calles tiene sillón de barbero donde mis alumnos dejan el cabello al ras de sus ideas. Son días en los que regresar al calor de la casa tiene su alegría porque cae el sol y baja la temperatura en una calle que no se desprende de las terrazas donde beber el paso de los otros. Y pasan los autobuses con su constancia de flujo sanguíneo sobre los coches que se aprestan a apretarse. Calle, calle, calle, y pienso en los gatos que buscan refugio, en los hombres de las vías que buscan el calor del otro o del cajero que ya no existe para refugiar la noche. Es noviembre un mes de espera y de cierta pena, un mes despojado ya del dorado ocre del otoño pleno de gracia. Un mes de quietud y de nostalgia por lo que llega. Un mes para encerrarse en la quietud que va oscureciendo corazón y calle, tarde sin luz, tan cierta espera.
Charo Alonso.
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.