OPINIóN
Actualizado 25/11/2024 07:55:46
Jesús Garrote

Desde la Casa Escuela Santiago Uno y la Fundación Mil Caminos todos los años nos hacemos eco de este día veinte de noviembre donde se ratifican los derechos de todos los niños que no somos capaces de garantizar. Ni en nuestra propia ciudad. Aquí comienza la desigualdad y la vergüenza.

Nuestros alumnos tutelados y no tutelados , la mayoría son niñas y niños. Extranjeros y españoles, gitanos y payos, musulmanes o cristianos. Diversidad que enriquece, dicho con convicción y acciones.

Desde sus estudios de formación profesional. Salvan mil aves rapaces al año, hacen jardines, arreglan coches, sueldan, cocinan, cultivan huertos, recuperan oficios perdidos haciendo vino, aceite, extrayendo miel, haciendo quesos, haciendo deporte, cine, circo y mejorando escuelas en Marruecos durante dos meses del verano. No siempre es eso lo que más aparece en los medios de comunicación. Aunque como se ve en la exposición, sí que se han contado muchas realidades buenas de transformación social. La exposición tiene cincuenta cuadros de cincuenta años de recuerdos en la prensa.

Me sorprende que cuando veo las redes sociales de nuestra infancia no aparecen estas hazañas. Es esas imágenes los educadores pasamos de cazatalentos a caza desastres. Son niños y la sociedad adulta les mancha la mirada sobre sí mismos en algunas ocasiones.

Se sexualizan antes de tiempo, frivolizan con las drogas, juegan con la violencia y cambian sus prioridades por otras que les hacen daño y les roban la niñez.

Por eso nosotros hacemos intervenciones mientras ellos cuentan su realidad. Es una forma de redefinir traumas y afrontar heridas para que puedan sanar. Es una forma de acompañarles con la palabra para que ellos mismos nombren su mundo, sin suplantaciones de adultos contaminados. Pero es necesario que los protagonistas del relato sean los propios chicos, no los educadores, ni los psicólogos. Los educadores intentamos abrir perspectivas, no juzgar o imponer nuestras ideologías.

Decía Louise Glück,premio Nobel de Literatura: “ Miramos el mundo una sóla vez, en la infancia. El resto es memoria”.

Yo doy las gracias por ser santiaguero, por verlos brillar todos los días, por verlos volar, por verlos saltar al vacío con confianza, por verlos reconstruirse una y otra vez, y por verlos quererse. Estos eventos que realizamos cada cierto tiempo son oportunidades de exhibir su mejor versión. Hemos lucido el bar que los chicos llevan desde nuestra empresa de inserción ecotono. El segundo lleno de la cafetería multicultural de la plaza Trujillo. Sólo falta hacerlo sostenible con economía circular y social.

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