La admiración es parte de la naturaleza del filósofo y la filosofía deriva sólo del asombro.
PLATÓN
Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás.
DESCARTES
El pensamiento comienza por los caminos del asombro dejándose sorprender por la cotidianidad de la existencia. El asombro se despierta desde una mirada honda, raíz de lo auténtico, origen de la verdadera filosofía como nos desvelara Platón. El asombro se escapa a toda lógica, ha de relacionarse con lo excepcional, ir más allá y buscar caminos. Tiene que ver con esa capacidad que nos permite desvelar el interés por lo que es, la esencia más profunda de nuestra existencia.
El asombro precede a la pregunta por todo lo que nos rodea: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué es el hombre? En el fondo de la pregunta está la búsqueda de sentido, parte esencial de nuestro ser en el mundo, así lo recogía Platón en su Apología de Sócrates: “Una vida sin búsqueda no merece vivirse”. Todas las preguntas serias participan de esta exigencia radical, de una manera u otra, expresan la interrogación de fondo sobre el sentido último de la existencia, las opciones decisivas, los valores que buscar.
Las cuatro grandes preguntas de Kant son los grandes interrogantes de la filosofía, el estudio de la naturaleza de la realidad y de la existencia, de lo que es posible conocer, y del comportamiento correcto e incorrecto. El tercer jueves de noviembre se recuerda la necesidad e importancia de la filosofía, más necesaria que nunca en la era de la “posverdad”. El Día Mundial de la Filosofía, quiere recordarnos la importancia de reflexionar sobre la reflexión misma, a cuestionar continuamente verdades ya establecidas, a verificar hipótesis y a encontrar conclusiones. Durante siglos, en todas las culturas, la filosofía ha dado a luz conceptos, ideas y análisis que han sentado las bases del pensamiento crítico, independiente y creativo.
La filosofía se instala desde el asombro en la fascinación ante lo obvio, pero al mismo tiempo lucha contra lo obvio para desvelar su verdad, generando novedades ante los grandes interrogantes de la existencia. Hoy más que nunca en la sociedades tecnificadas y líquidas, entre la verdad, la mentira y la posverdad, el relativismo se ha vuelto muy dogmático y solo está dispuesto a que se transmitan sus valores postmodernos, con lo que es necesario reivindicar las verdades más elementales que están al alcance de todos. Recordamos a Ernesto Sábato, la versión integral de la realidad no es, como tantas veces se supone, el puro objeto, sino esa complejísima trama de lo objetivo y lo subjetivo que constituye la existencia. El pensar no desecha ningún planteamiento y ninguna pregunta le es ajena, llegando hasta lo más transcendente de ser.
El pensar filosófico siempre ha sido modesto y humilde, detrás de los mismos problemas que se abordan en otras ciencias, centrado más en las preguntas que en las respuestas, con un caminar lento y reflexivo, intentando entender esa realidad, y si es posible juzgarla. Una realidad que se presenta compleja, a veces imposible de racionalizar en esquemas simples. En nuestras sociedades de las comunicaciones, los encargados de trasmitirla tienden a simplificarla todavía más, no reflejando del todo la verdad. Parece que la filosofía y el pensar, son incompatibles con la información, ya que, a la simplificación de las grandes cuestiones, debemos de añadir su ausencia en los medios de información. Esto ha tenido importantes consecuencias, identificando el relativismo con la verdad, la tolerancia con la indiferencia, la libertad desvinculada de la responsabilidad, etc.
Victoria Camps, intentando responder a la pregunta, para qué sirve la filosofía, piensa que los filósofos tienen una función que cumplir en la sociedad desespiritualizada en la que vivimos. La función de distanciarse de la realidad para pensarla, intentar entenderla, pero también analizarla y criticarla. La sociedad es cada vez más compleja, y en ella, los problemas aparecen en cualquier esquina del mundo, valorándose por encima de todo, la productividad, la eficacia y la rentabilidad económica. Esa razón instrumental y utilitarista, amenaza los valores de los individuos y de las sociedades, diluyendo los criterios para distinguir lo que se debe de lo que no se debe hacer, lo que es prioritario de lo que es secundario.
La filosofía no es dar respuestas, sino hacer preguntas, incluso desde la perplejidad, a pesar de que muchas de ellas no tengan respuesta, debe mantenerse la interrogación. Sólo desde aquí se puede sobrevivir a una sociedad que destruye todo lo que no es útil, una globalización salvaje que quiere reducir todo a un pensamiento único. Leer y pensar supone un caminar despacio, lento, buscando espacio para la reflexión e incluso para la crítica. Una sociedad de la eficacia no puede permitirse un consumidor lento y con espíritu crítico. ¿Será por estas razones por lo que está ausente de la realidad cotidiana?