¿Qué se necesita en un país democrático para ser presidente del gobierno? En Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, el inventor de los derechos humanos, el espejo en el que todos se miran para saber imitarlo, el que cada vez que estornuda todo el mundo se constipa, estar más loco que cuerdo y no conformarse con parecerlo, hay que demostrarlo poniéndose en contra de los migrantes, de las mujeres, de los negros, de los homosexuales y de todos los que no aplaudan sus locuras, ser un delincuente condenado, tener cuentas pendientes con la justicia y haber sido instigador de turbas golpistas.
Por este compendio de atrocidades, despropósitos y barbaridades ha ganado las elecciones Donald Trump. Ya no es un riesgo simplemente, es una verdad palmaria: a partir del 20 de enero de 2025 el nuevo inquilino de la Casa Blanca será el polémico, el excéntrico, el enemigo de la democracia, de la concordia y de la paz Trump. Le asisten razones para sentirse más fuerte, más poderoso, más endiosado que en su primer mandato. O poco acertada ando yo, o convencido todavía de que le robaron las elecciones que perdió en las urnas, ya está pensando en sumar venganzas, restar medidas humanitarias, multiplicar odios y dividir derechos fundamentales, porque si hay algo realmente peligroso, sobran ejemplos, es un loco de atar con poder sobre los demás.