Un total de 11 trabajadores se encargan de realizar todas las tareas que demanda el Cementerio de Salamanca, que se ha preparado para acoger la festividad de Todos los Santos
El trabajo de un enterrador suele llamar la atención. La sociedad lo califica como algo fuera de lo común, no un trabajo convencional. Sin embargo, Tomás Barbero, encargado del cementerio de Salamanca desde hace siete años asegura que “es un trabajo normal y corriente, como los demás”.
En horario de 8:30h a 13:30h y de 16:00 a 18:30h, un total de 11 trabajadores entre el cementerio de Salamanca y el de Tejares: 8 enterradores, 2 de limpieza y él, se encargan de los trabajos necesarios que se realizan en un cementerio: enterramientos, reducciones, limpieza, etc.
“Mucha gente se piensa que solo es venir y meter la caja. Pues no, también hay que hacer reducciones”, asegura. Las reducciones se realizan para crear espacio es una sepultura y para hacerlas ha debido de pasar, como mínimo, 5 años. “Es lo más desagradable porque cada cuerpo es diferente. Hay algunos con 5 años que se sacan limpios, los huesos limpios; pero hay cuerpos que llevan 20 años y las sacas casi enteros. Es muy desagradable”, afirma contundente.
En Salamanca se hacen bastantes reducciones, aunque las incineraciones van ganando espacio y cada vez se hacen más. En lo que respecta a los entierros, en Salamanca de media se hacen entre 1.000 y 1.200 al año.
Un trabajo que asegura que “puede llegar a ser duro, pero te acostumbras. Ha habido gente que ha venido y no ha aguantado, al final es duro psicológicamente. Sobre todo, al principio, luego ya no, te acostumbras”, explica.
En lo que respecta a los entierros tiene claro, igual que el resto de trabajadores, que “lo más duro es cuando hay que enterrar a un bebé, o a un chico o chica joven. Es duro y duele”.
Pero, ¿cómo preparan un entierro? Una vez fallece la persona “con cierto tiempo me avisan, entonces vamos vigilando la sepultura y preparamos todo: si hay que hacer una reducción, si es en sepultura o nicho, etc. Entonces levantamos la lápida hasta el último cuerpo que haya, enterramos y volvemos a cerrar”, explica.
Paco y Daniel, trabajadores en el Cementerio de Salamanca | FOTOS: David Sañudo
Paco y Daniel son trabajadores y enterradores en el Cementerio de Salamanca. Paco lleva casi 18 años trabajando aquí y tiene claro que lo más duro es enterrar a niños. “Da mucha pena porque son cajas pequeñas, cuerpos pequeños… y no les encuentras explicación”, asegura.
Por otro lado, Daniel lleva dos años en este trabajo, aunque venía de trabajar en el cementerio de otra localidad, por lo que dice “estar acostumbrado”. Para él, lo más duro son las reducciones. “Dependiendo de cómo este el cadáver te puedes encontrar una reducción fácil o complicada”, explica.