OPINIóN
Actualizado 31/10/2024 08:00:11
Mercedes Sánchez

Escribir es oxígeno para las venas, alimento para el alma, abono para la mente, gimnasia para las neuronas, descarga de las emociones, compartir sensaciones, sentimientos, opiniones, reflexión…

La mente no para, no descansa de sentir y de aprender, de construirse y hacerse, de pervivir y mudar. De florecer.

Y, a veces, aunque no escriba, escribo.

Escribo cuando recibo un nuevo día pleno de sol o lluvia, de luz y colorido o grisura de nubes, de escarcha y frío y cara helada.

Escribo cuando la tarde empieza a dormitar y el cielo expande sus tonos naranjas entre las montañas, mientras los vehículos se desplazan, agotados, deseando volver a sus casas tras el duro día.

También escribo mientras contemplo las estrellas titilando en la noche azul oscuro… Y si la luna se yergue, descarada, sobre el descanso de todos los humanos.

Escribo mientras pienso esto y lo otro en mi devenir diario, cuando escucho las bombas lejanas y veo explotar los corazones y la sangre, y el dolor recorre los paisajes llenándolos de triste muerte. Cuando allí, a lo lejos, sufre cualquier ser viviente por la agonía tan constante, tan terroríficamente cercana.

Escribo cuando los niños lloran y sus ojos aterrados piden mudos la PAZ, cuando sus pupilas se encogen y escriben, en el firmamento, con sus miradas, todas las preguntas que no tienen respuesta.

Escribo cuando me duele la vida… y cuando me salta de contento. Sin papel, ni lápiz, ni teclas que se hunden al toque de las yemas de mis dedos.

Escribo con las alegrías propias y ajenas, con los logros de todos, cuando algo funciona, cuando me encuentro, satisfecha, con alguien que me abraza.

Y escribo con mis pasos en los adoquines, esté donde esté; y trazo frases de enormes letras con tinta dorada en las paredes de mi dorada y bella Salamanca, allí por donde voy, entre sus arcos, entre los nervios que definen sus bóvedas, en sus cúpulas de piedra, en la humedad de su niebla.

Y escribo, además, sobre la superficie del agua del mar, con rotulador azul de mar, y con verde en el Norte, y con amarillo sobre el trigo cuando crece, y con naranja diseño mis palabras entre cada hoja del otoño y su olor, y en la rugosidad de los troncos de los árboles, y en el estruendo de las tormentas, en la paz de la calma cuando cada gota alcanza su propio destino.

Aunque no escriba.

Aunque no escriba, sigo escribiendo.

Mercedes Sánchez

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