OPINIóN
Actualizado 28/10/2024 10:35:49
Francisco López Celador

La guerra de la independencia, la constante alternancia entre los gobiernos constitucionalistas y absolutistas, la independencia de las naciones sudamericanas y el Desastre del 98, hicieron del siglo XIX uno de los más agitados de nuestra historia reciente. Las despedidas a soldados en puertos y estaciones se convirtieron en escenas dolorosas viendo a los hijos marchar a la guerra en suelo hispano, pero muchas veces muy lejos del hogar. Había motivos para el sufrimiento, pero como en tantas otras ocasiones, el Ejército debía cargar con las consecuencias de la mala gestión de los políticos. Ya lo dijo Clausewitz: “La guerra es la consecuencia del fracaso de los políticos”. No hace falta remontarse a tiempos pasados, basta ver lo que está sucediendo ahora mismo.

Todo el malestar del momento originaba un cierto rechazo de parte de la sociedad hacia todo lo militar. En un intento de limar asperezas, y para perfeccionar la formación y profesionalidad de los mandos, las Fuerzas Armadas pusieron en marcha un plan para la modernización de la Enseñanza Militar, a base de la creación de nuevas academias donde se formaran los nuevos oficiales. A falta de aviones, Las Fuerzas Armadas de principios del XX se componían de Ejército de Tierra y Marina Española. La distintas Armas del ET tenían sus academias repartidas en varias ciudades. Cabe destacar que, a pesar de ese aparente alejamiento entre la sociedad y el estamento militar, a la hora de albergar una academia militar, algunas ciudades se disputaban el honor de acogerlas. para satisfacer el propio orgullo y, a la vez, elevar su nivel económico.

La Academia General Militar fue creada en Zaragoza en 1882, disolviéndose en 1893 para volver a reabrirse en 1927, inaugurando lo que se conoce como Segunda Época y siendo su primero y único director el general Franco. Con la llegada de la Segunda República, Azaña ordenó un nuevo cierre hasta que en 1942 vuelven a pisar la Academia los cadetes de la I promoción de la Tercera Época.

Toledo albergó en 1850 lo que se llamó Colegio de Infantería, trasladándose al Alcázar en 1875 como nueva Academia de Infantería. Una reorganización convirtió ese Alcázar en Academia General Militar en 1882, denominación que duró hasta 1893, que recuperó su nombre de Academia de Infantería. Consecuencia de nuestra guerra civil, el asedio que sufrió el Alcázar lo dejó inhabitable e hizo necesario el traslado de ese centro a Guadalajara, hasta la inauguración de la nueva Academia de Infantería en Toledo en 1948.

En 1850 se fundó el Colegio de Caballería en Alcalá de Henares y fue trasladado a Valladolid en 1852 instalándose en el edificio llamado “El Octógono”, construido en su día como prisión, hasta que se inauguró el actual edificio del Paseo de Zorrilla en 1924.

En 1774 se fundó en Segovia el Real Colegio de Artillería en las instalaciones del Alcázar. Los especiales conocimientos de química y las particulares leyes de proporciones en el manejo de sustancias explosivas llevaron a verdaderos especialistas químicos civiles y militares como profesores. Entre ellos, destacó la figura del afamado químico francés Louis Prust. El edificio de incendió en 1836 y fue trasladado al antiguo Colegio de San Francisco, que pasó a ser propiedad del Estado en 1881 y convertido en lo que hoy es la Academia de Artillería.

El Arma de Ingenieros tuvo su inicio en Alcalá de Henares, de forma provisional junto con el Servicio de Aerostación, trasladándose a Guadalajara en 1883, en lo que había sido la Fábrica Real de Paños, hasta que en 1931 se fusionó con la Academia de Artillería en Segovia. Cabe resaltar que el deterioro del Palacio de Montesclaros obligaba al traslado de la Academia a Madrid o Zaragoza y la ciudad de Guadalajara hizo un gran esfuerzo para sufragar todos los gastos y así poder mantener el beneficio cultural y económico. A pesar de ese sacrificio, se pudo constatar el escaso progreso de la ciudad cuando salió definitivamente aquella Academia. EL Servicio de Aerostación se instaló en el Cuartel de San Carlos.

En 1875 se trasladó la Academia del Cuerpo de Administración Militar desde Madrid a Ávila instalándose en el Palacio de Polentinos. En 1902 ese Cuerpo se dividió en dos: el de Intendencia, que continuó en Ávila hasta hoy, y el de Intervención, que se trasladó a Madrid.

Por último, el Cuerpo de la Guardia Civil, como Institución armada de carácter militar, forma parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Tiene doble dependencia: Del Ministerio del Interior en lo referente a servicios, destinos, medios y retribuciones; del Ministerio de Defensa para disciplina, servicios de carácter militar y ascensos. Para el ingreso en la Escala de Oficiales de la Guardia Civil, existen dos centros en la actualidad: la AGM de Zaragoza, durante los dos primeros cursos, para los que ingresan sin estudios universitarios previos, y de allí salen con el empleo de Alférez; el otro centro es la Academia de la Guardia Civil de Aranjuez de donde se sale con el empleo de teniente.

La formación de Oficiales de la Marina Española se lleva a cabo en la Escuela Naval Militar de Marín (Pontevedra) y la de los Oficiales del Ejército del Aire en la Academia de San Javier Murcia.

Pues bien, todos esos centros son la cuna donde los futuros oficiales de nuestras Fuerzas Armadas reciben las correspondientes dosis de disciplina, orden, compañerismo, respeto, y entrega a los demás hasta dar la vida si fuera necesario. Todo ello en aras de hacer de jóvenes despreocupados ciudadanos comprometidos con la unidad, la soberanía y el bienestar de su querida España.

Con la excepción que pueda darse en cualquier colectivo, la profesión del militar es, en palabras de Calderón de la Barca:

Cuadal de pobres soldados

que en buena o mala fortuna

la milicia no es más que una

religión de hombres honrados

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