La crispación política que se vive semanalmente en el Congreso, el Senado y la Asamblea de la Comunidad de Madrid está motivada, fundamentalmente, por el nerviosismo –cada vez mayor- que manifiestan los políticos del PP, en general, y, concretamente, Feijóo y su jefa, Ayuso. El primero, porque no tiene un criterio político definido, cambia en función de los intereses de la segunda, a la que quiere contentar, ya que esta es el instrumento político que utilizan a su antojo los verdaderos jefes, los “hombres de atrás” –y mujeres, claro- de la derecha y la ultraderecha –política y mediática- , y Ayuso, que mantiene un odio visceral hacia el gobierno y su presidente, Pedro Sánchez, desde las elecciones municipales y autonómicas de 2019, que perdieron Ayuso (en las autonómicas) y Almeida (en las municipales) pero que al final consiguieron gobernar con el apoyo de Ciudadanos y Vox.
El estilo de gobernar de Ayuso me recuerda al del rey Borbón Fernando VII en el primer tercio del XIX, porque, aunque a Ayuso no la llamen la “Deseada” como calificaban al monarca decimonónico, es igual de “incapaz” de hacer frente a las dificultades de gobierno de la Comunidad de Madrid. Ahí está la caótica gestión realizada por Ayuso durante la pandemia, dejando morir sin sacarlos al hospital a casi 8.000 personas mayores que estaban en residencias gestionadas por la Comunidad de Madrid. Actualmente la sanidad y la educación públicas son un grave problema que está afectando seriamente a los ciudadanos madrileños.
Ayuso, como Fernando VII es, además, una hipócrita política, dado que, por un lado, dice ser fiel a los postulados constitucionales de libertad, igualdad, justicia, democracia o pluralismo y, por otro, se manifiesta radicalmente en contra de infinidad de preceptos constitucionales, como los relativos a los principios rectores de la política social y económica, sobre todo los que prescriben la redistribución de la renta y la riqueza, del derecho de todos a disfrutar de una vivienda digna (puesto que no quiere regular e intervenir el precio de alquiler de vivienda y únicamente favorecer a los grandes propietarios del sector) o de arrinconar la sanidad y educación publicas para potenciar la sanidad y la educación privadas, queriendo hacer de estos servicios públicos universales un negocio para la empresa privada, además de tener un sistema tributario autonómico que favorece claramente a los ricos en detrimento de los pobres.
También y a semejanza de Fernando VII, Ayuso es una política populista, porque busca incesantemente a sus incondicionales pronunciando discursos incendiarios en la Asamblea de Madrid, con la connivencia del presidente de la Cámara, para que sus incondicionales la aplaudan como en el circo romano los espectadores aplaudían a los leones cuando devoraban a los cristianos. Resulta bochornoso que en la Asamblea de Madrid Ayuso profiera insultos, injurias y calumnias hacia el gobierno del estilo de “ser la mafia” y una “organización criminal” y que el presidente de la Asamblea, Osorio, se quede callado y no pida a Ayuso que retire esas expresiones abominables, más propias de momentos bélicos que de tiempos de paz, de concordia y de un Estado Social y Democrático de Derecho avanzado como el nuestro.
Y, como también lo era el Borbón decimonónico, Ayuso es una política vengativa –hubiera ocupado un papel importante en la Década Ominosa- puesto que persigue, con saña, a quienes no piensan como ella o a quienes denuncian las presuntas corruptelas cometidas por su “prometido”. Recordemos que la justicia le está investigando por la presunta comisión de varios delitos de fraude fiscal o falsedad en documento mercantil y, además, intentó desgravarse en Hacienda gastos como un reloj rolex, un saxofón, hilo dental o un viaje privado con su novia la presidenta madrileña. Ayuso persigue, sin tregua, a quienes la acusan de tratos de favor a sus familiares en negocios relacionados con la comunidad madrileña. Así, persiguió y consiguió decapitar políticamente al anterior presidente del PP, Pablo Casado, al querer denunciar públicamente las prácticas presuntamente corruptas de Ayuso.
Ese comportamiento “vengativo” Ayuso lo ha culminado estos días con la negativa a reunirse con el presidente del gobierno, siendo la única máxima autoridad de una comunidad autónoma que se ha negado a reunirse con Pedro Sánchez, demostrando, con ello, que le importan “un pito” los problemas de los ciudadanos de la comunidad de Madrid. A este respecto, Feijóo dijo hace un mes que “sería un error no acudir a este tipo de encuentros institucionales”, pero, ahora, ante la negativa de Ayuso de acudir a la cita de Moncloa, dice que está de acuerdo con la decisión de Ayuso. Lo dicho, Feijóo no tiene ni criterio, ni un programa político definido, ni la mínima autoridad para encauzar las decisiones de su partido.