Cádiz tiene el honor de haber sido la cuna de la primera Constitución Española, aprobada el 19 de marzo de 1812, por lo que fue bautizada como la Pepa. Tras no pocos avatares, terminó su validez de forma definitiva en 1837, para dar lugar a seis más, hasta llegar a la vigente de 1978, cuyo artículo 68 señala el marco para la posterior Ley Orgánica del Régimen Electoral General. España ha adoptado una fórmula particular, en tanto que la elección de los diputados al Congreso y la de Presidente del Gobierno se hacen por procedimiento de voto distintos e independientes.
Después de sonados reproches mutuos, ha quedado claro que no existen requisitos legales para que los elegibles estén vinculados al territorio por el que se presentan. No obstante, tiene sobrada justificación que tengan conocimiento suficiente de las necesidades de ese territorio, motivo por el cual los votantes los han aupado al escaño.
En nuestro caso, los dirigentes nacionales de los partidos se reservan la facultad de poder intervenir en la confección de las listas de candidatos de cada circunscripción. A pesar de los continuos conflictos originados por semejante resabio de caciquismo, no parece que se vislumbre intención de acabar con esa suerte de centralismo. Como siempre, en el centro está la virtud. Si la potestad de confeccionar las listas fuera exclusivamente local, se correría el peligro de trasladar el control del partido del ámbito nacional al local.
En cualquier caso, ciudades como Madrid y Barcelona, por ser la cabecera del mayor número de partidos políticos, las sedes de numerosos organismos oficiales y las urbes más pobladas, tienen “saturación de pretendientes”. Los responsables de cada partido sufren el mismo acoso que los gestores del estadio sede de un “clásico derbi”: todo el mundo quiere su entrada.
La consecuencia inmediata es el menosprecio que se siente en la circunscripción asaltada. El intruso –llamado cunero o paracaidista- acude a última hora para que le vean la cara sus posibles votantes. Sus compañeros de lista tendrán que hacer de tripas corazón y aplaudir sus gracias. Eso sí, el cunero debe tener cuidado para no estropear la jugada. Me recuerda la época de los futbolistas llamados “oriundos” por ser suramericanos descendientes de españoles y no ocupar plaza de extranjero en nuestra Liga. Aquel coladero dio lugar a despistes tales como declarar: “Mis abuelos eran de Osasuna” o “Mi familia desciende de Betis”. Puede haber cunero presente en las listas de Albacete que halague sus estupendas playas.
Los partidos políticos suelen recompensar a quienes permanecen fieles y, por distintas razones, tienen pocas probabilidades de ser elegidos en su lugar de residencia. Otras veces, se trata simplemente de colocar en buen lugar a quienes no han podido revalidar su escaño en anteriores elecciones. El diputado electo debe ser la correa de transmisión entre el elector y sus aspiraciones. Si, como sucede a menudo, el paracaidista no vuelve a pisar el distrito, mal puede conocer esas necesidades.
Hablando de paracaidistas; la situación de estos políticos metidos en lista por la puerta de atrás me trae a la memoria la simpática anécdota del ciudadano que, hablando de un individuo famoso por sus embustes y estafas, le definía con la siguiente frase: “A ese paisano, lo montas en un avión y, después de ponerle un paracaídas y vendar los ojos al piloto, le arrojas por la puerta. Seguro que allí donde caiga, deberá dinero a alguien”.
El ministro Marlaska, juez reconvertido en político, quiso nacer en Bilbao y allí lo hizo. Después de una ejecutoria meritoria en el terreno jurídico, quiso cambiar la toga por el escaño y se presentó al Congreso en las listas del PSOE. En el País Vasco lo tenía, no difícil sino imposible. Madrid era mucho bocado para un recién incorporado. Lo más lejos de Bilbao, dentro de la Península y con la certeza de ser colocado en puesto seguro, era Cádiz; y allí fue el Ministro de Interior –que tiene mucho que ver con el Exterior ¡Qué habrán hecho los gaditanos para merecer tamaño regalo! Lo que nunca esperaba Marlaska es lo difícil que le va a resultar volver a tierras gaditanas sin que le monten los oportunos recibimientos.
Los especiales métodos empleados en sus políticas han conseguido que el ministro de Interior sea declarado persona non grata en la provincia de Cádiz y en todo el Campo de Gibraltar. Si aparece por la Bahía, le esperan los obreros de Astilleros, hartos de que les den largas. Si es en el Campo de Gibraltar, todos los efectivos de la Guardia Civil y los familiares de los muertos en acto de servicio enfrentados a los narcotraficantes en descaradas condiciones de inferioridad, quieren que explique la verdad de la situación actual en aguas del Estrecho. Son los riesgos del paracaidosmo. No cumplía con menos subiendo a un helicóptero –por supuesto, con paracaídas- y lanzándose al agua para demostrar su valor. Si le flaquean las piernas, intente presentarse en las listas de cualquier capital vasca o Navarra. No tenga miedo porque sus compañeros de lista serían también sus ahora compañeros de viaje.