CULTURA
Actualizado 15/10/2024 19:06:40
Charo Alonso

Docente, periodista y narrador, Santiago Alonso Buers publica un ensayo, 'Desmontando las narcoseries', donde se adentra en el mundo de la droga

A Santiago Alonso Buers no le tiembla el pulso al escribir. Se acerca a los temas como un francotirador que nada teme y que nada le debe a nadie. Por segunda vez, con 'Desmontando las narcoseries', publicado por Última Línea, aborda el complejo mundo que ha crecido en torno a la producción y tráfico de drogas, esos “narcocultura” y “narcoturismo” que produce sonrojo porque en cierta forma hace del traficante un héroe. Sin embargo, para este salmantino radicado en Madrid, docente, reportero, narrador, el ejercicio del periodismo libre, que se basa en viajes, investigación y conversaciones con las fuentes vivas, el mundo de la droga es algo más; un conglomerado de muertes y mentiras que salpica incluso, según sus investigaciones, a uno de los gobiernos de Felipe González, y que se ha convertido en protagonista de la política de estados como Colombia, Cuba, México o el mismo Estados Unidos con toda su DEA.

Tiene el ensayo recién publicado de Santiago Alonso un aire de rendición de cuentas. Se lee como una novela y se cree desde la primera página. No mitifica, como tantas producciones culturales como las narcoseries a las que se refiere en el título, no obvia los logros sociales de un personaje que analiza al dedillo como fue Pablo Escobar, pero no olvida que este mismo “Robin Hood” asesinó y mandó asesinar a miles de personas hasta su muerte en 1993, aparte de toda la droga que movió y su rastro de corrupción y sangre. Es de una horrenda ambigüedad moral hacer una apología de la violencia que es innata en el mundo del narcotráfico, y Alonso Buers lo muestra con datos, una prosa trepidante y mucha verdad por delante.

Traductor y profesor de idiomas, defensor de las librerías de barrio y más, las salmantinas a las que cita constantemente, el autor no ceja en su empeño “de dar voz a quienes no la tienen” a no culpabilizar en cierto modo a quienes sufren el efecto de este comercio, como productores –“si el cacao o el café se pagaran como la coca, los campesinos no la cultivarían”- o como consumidores adictos. Alonso Buers no criminaliza, pero sí pone el dedo en la llaga: bancos y gobiernos se enriquecen con este comercio más que los propios cárteles llenos de gentes enfermas de violencia, prófugos de la justicia, adictos a la adrenalina cuyas anécdotas, amantes y rarezas de ultrarricos nos fascinan, gentes perversas que ya saben que el final es la tumba o la cárcel. De forma impune y limpia, quienes verdaderamente se aprovechan del dinero de la droga son quienes quizás tienen la obligación de perseguirla. Para un autor que piensa que la literatura “ha de ser incómoda con el poder porque los políticos son vividores de los impuestos de quienes trabajamos”, este acercamiento valiente al mundo de los cárteles nos sitúa en la incómoda verdad. No se puede acabar con el tráfico cuando son los gobiernos y los poderes quienes se benefician –no tanto los cárteles y sus enloquecidos sicarios, ahí está la originalidad del autor- de su existencia.

Preguntas que todos tenemos con respuestas claras, concisas y que se ofrecen como una novela de aventuras y un estilo claro que el público puede entender. Perfectamente documentado y argumentado, el libro es molesto y necesario, aborda el problema, la tragedia y la paradoja de que sean quienes deben cuidarnos quienes se beneficien de un tráfico que machaca personas y crea estados llenos de muerte, destrucción y pobreza. Una lectura incómoda para el poder que silencia desde el comercio cultural, coto de pocos, y una verdad trágica y abyecta que hay que recordar en ocasiones. Una lectura para buscar muy recomendable.

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