La familia Arias lleva casí 30 años reuniéndose para disfrutar con esta cita, promovida por Agustín Arias Ronco
Cuando el calendario se sitúa en el mes de septiembre comienzan a sonar los teléfonos entre la familia Arias Castilla, dando comienzo así a un ritual más que esperado, en el que con una simple palabra todos se movilizan para cumplir con una tradición que ya camina hacia los 30 años. Una sencilla pero ilusionante palabra: Vendimia.
Esa es la contraseña que marca el comienzo de una gran quedada familiar para, entre todos, llevar a cabo el proceso completo de la recogida de la uva y la creación del vino que surge de las tierras familiares en Santiago de la Puebla, algo que se convierte en toda una fiesta en la que, además de realizar los caldos, disfrutar con un reencuentro anual de todos sus integrantes en torno a sus dos pasiones, el vino y la familia.
Agustín Arias Castilla recuerda como “todo esto comenzaba en el año 1995. Tenemos unas parras en una tierra familiar y ha sido mi padre, Agustín Arias Ronco, el gran promotor de organizar esta reunión cada año, ya que es muy grande la afición y dedicación que mantiene tanto al cuidado de la uva como a la elaboración del vino, llevando el proceso con un mimo que no he visto en nadie más”.
Con la llamada del “jefe” comenzaba a fraguarse este ilusionante encuentro en Santiago de la Puebla, al que acuden cada año entre 10 y 15 personas llegados desde Salamanca, Valladolid e incluso familia residente en Galicia. “Vienen todos y es muy especial como nos unimos para disfrutar de este día, que también cuenta con el trabajo de la preparación, pero no es ningún problema. Al final nos gusta el pueblo y esta quedada es una manera de volver todos a el” afirma Agustín.
Y entre bromas, recuerdos y anécdotas, poco a poco y siguiendo los estrictos pasos que obliga el proceso artesanal de elaboración del vino de toda la vida, se ponen manos a la obra, todos ellos bien dirigidos por el gran capitán de todo ello, quién, como si de un cirujano se tratara, va marcando con precisión las pautas a seguir en este proceso ancestral que, como no, cuenta con la inefable ayuda de las herramientas de hoy.
Así, con calma y delicadeza, sin prisas, pero sin pausas, la familia Arias culmina su encuentro con la creación de cerca de 1.500 litros, con los que elaboran vino y aguardiente, todo ello para el disfrute de familia, amigos y seres queridos.
“Cada final de septiembre o principio de octubre, según este la planta, comenzamos a movernos para volver al pueblo y disfrutar de este día juntos. Hacemos un vino sencillo, pero con calidad, ya que usamos una buena variedad de uva. Quién lo ha probado dice que esta muy bueno, vamos que repite una y otra vez, ósea que algo tiene” destaca sonriendo Agustín Arias quién, al preguntarle por el posible secreto de sabor y calidad de sus caldos, asegura que “creo que en esta receta, para que salga ese vino de calidad, es imprescindible mi padre. La ilusión que pone en ello, en todo el proceso de principio a fin, es algo innegable y que sin duda nos marca y anima. Es el gran motor de esto y nos contagia su alegría…ver su sonrisa cada año en esta reunión es gasolina y alegría para todos” y anuncia que “no pensamos dejar que esta tradición familiar se pierda en ningún momento. Me quitare lo que haga falta por ello si es necesario, pero esta reunión y este vino seguirá haciéndose cada año con seguridad”.