No es cuestión menor abordar, en estos tiempos tan convulsos, un tema tan controvertido como el de la Hispanidad. Su pasado, su realidad y su potencialidad son tan extensas que da para un sinfín de razonamientos, gustos y opiniones. Máxime, si bajamos al detalle y queremos darle a ese detalle la categoría de hecho universal, cosa que ocurre con frecuencia y, en cuyo caso, la controversia está garantizada. Pero no por ello vamos a renunciar a tratar este tema de gran interés y actualidad.
Sería bueno que nos fuéremos poniendo de acuerdo en ¿qué es la Hispanidad? La respuesta está en ¡quién lo sabe con certeza absoluta! Cada uno tiene su propio conocimiento y opinión. Quien suscribe se atreve a decir que la Hispanidad la fundaron los reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón y V de Castilla, a quienes también se les conoce como Reyes Católicos, si bien, fue más cosa de ella que de él, aunque ninguno de los dos, fueran conscientes de que sus proyectos, políticas y consecuencias, fueran a recibir tal calificativo.
La palabra Hispanidad aparece en el año 1531 en el Tractado de Ortographia y accentos del bachiller Alexo Vanegas (según cita Zacarías de Vizcarra en su “Origen del nombre, concepto y fiesta de la Hispanidad”, El Español, Madrid, 7 octubre 1944, año III, nº 102:1.) El ejemplar se imprimió en Toledo, sin paginación y está conservado como reliquia bibliográfica en la Biblioteca de la Real Academia de la Lengua.
Consecuentemente, podríamos convenir en que el término Hispanidad se acuñó en el siglo XVI y que se refiere a la comunidad y al conjunto de pueblos hispánicos, al grupo de características lingüísticas y al conjunto de manifestaciones culturales, que aquellos comparten entre sí y que le dan una identidad en el contexto mundial.
Luego, el concepto en cuestión anduvo errante, casi desaparecido. A principios del siglo XX estuvo en desuso por décadas, hasta que en 1910 lo recuperara el filósofo español Miguel de Unamuno, vasco él, pero muy vinculado a la Universidad de Salamanca, como profesor y como rector. Una vez renacido, el término se utilizó con asiduidad en Córdoba por periodistas y literatos del lugar como Eugenio García Nielfa, generalizándose a partir de 1926 con la pluma de otros autores, especialmente españoles y argentinos.
Es en Buenos Aires donde el propio Unamuno publica el 18 de agosto de 1927, en el número 6 de la revista Síntesis (páginas 305-310) un artículo sobre la Hispanidad, en el que entiende esta como una categoría histórica, civil, y por lo tanto espiritual, que unió el alma de un territorio con sus contrastes y contradicciones internas, luchas intestinas y sentimientos diversos. Una Hispanidad ansiosa de justicia que «se vertió allende el océano» buscándose a sí misma y que se encontró con la Americanidad.
Hispanidad y Americanidad que vinieron a complementarse a lo largo de la convivencia durante más de 300 años y la herencia que ello supuso, vivida con intensidad hasta en los propios líderes de las sublevaciones que llevaron a la independencia de España de aquellos territorios hermanos. Citamos como ejemplos la Hispanidad de José Martí, líder de la independencia cubana, de quien en 1928 Dionisio Pérez dice que: “Martí sigue siendo español, de espíritu español, empapado de hispanidad, como una esponja absorbe el agua...” (“La hispanidad gloriosa de José Martí”, La Voz, Madrid, 5 de noviembre).
En 1930 y en un acto en el que la Universidad Central (hoy Universidad Complutense) conmemora el centenario de la muerte de Simón Bolívar (ABC, Madrid, 14 de diciembre) el ministro del Ecuador, D. Ricardo Crespo Ordóñez, glosa las excelencias morales de la figura de Bolívar y alaba la gran hispanidad del caudillo, que “…amó a la española, guerreó a la española y legisló a la española”.
Ante los desafíos y las tensiones generadas por la pérdida de los territorios de ultramar, autores como Ángel Ganivet y la mayor parte de los de la Generación del 98, se lanzaron a la búsqueda de una supuesta esencia de España que fuera inmune a las transformaciones históricas. Así, se pusieron de manifiesto "La intrahistoria" y el "Casticismo" señalados por Miguel de Unamuno y la "Hispanidad" de Ramiro de Maeztu, ejemplos de una esencia imaginaria e inalterable a partir de la cual les parecía posible regenerar España. No sé si esos son los elementos que usted, querido lector siente, lo que sí sé es que aquello que tenemos en común se puede llamar Hispanidad.
Por lo que se refiere al sentir popular y la manera de hablar, “Hispanidad” aparece en la cuarta edición del Diccionario de la Academia de 1803, aunque “Hispanismo” ya figuraba en el Diccionario de Autoridades de 1734, refiriéndose a “Modo de hablar particular y privativo de la Lengua Española...” (tomo cuarto, pág. 162)
A partir de los años treinta y de la guerra civil española el franquismo sumó a la Hispanidad el Día de la Raza, la Virgen del Pilar y el Día de la Guardia Civil, un todo revuelto para celebrar el 12 de octubre que vino a mezclar cosas y miradas contrapuestas, la mejor manera de no celebrar nada con identidad propia.
Habría que esperar a la llegada de la democracia para que se estableciera el 12 de octubre como el día de la Fiesta Nacional, sin ninguna otra mención. El Boletín Oficial del Estado (BOE) del 7 de octubre de 1987 que la oficializa, no incluye el término “Hispanidad” ni hace referencia alguna a la llegada de Colón a América. Aunque en el colectivo imaginario la Hispanidad se mantiene viva como concepto, realidad cultural e historia.
De lo que supuso la llegada de los españoles a América, tanto para unos como para otros, hablaremos en otro momento. Mientras, sugiero acercarnos al Encuentro de Academias Hispanoamericanas de la Historia, realizado durante los días 4 al 7 del corriente mes en Trujillo y Madrid y en el que han participado 14 entidades, bajo la extensión de “Una historia compartida”, buscando la perspectiva de nuestra realidad común, así como fortalecer los "vínculos de hermandad" y generar espacios de colaboración.
Ellos, los académicos de la Historia de los diferentes países presentes en el Encuentro, no han entrado a criticar el uso político y partidista que se hace de la Historia, pero sí lamentan la "falta de conocimientos históricos", el “claro retroceso” de las humanidades en los planes de estudio, y una denuncia ante "la falta de atención" que sufren los estudios históricos en la actualidad. Pues eso, que necesitamos saber más Historia (científica) para mejorar la formación integral del individuo, creer menos en las leyendas y evitar los arrebatos políticos relacionados con el pasado en función de los intereses propios.
Escuchemos la Sinfonía del Nuevo Mundo:
https://www.youtube.com/watch?v=r9RH0HrzWqw
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© Francisco Aguadero Fernández, 11 de octubre de 2024